Lo que las masas populares centroamericanas no toleraban de tipejos como Somoza, Trujillo y ralea no era tanto la opresión general, como el boato y signos de magnificencia en torno al poder: escoltas, ostentación de comitivas, la provocadora disponibilidad del Estado, camarillas de amigos y ayudantes. Supongo que Vargas Llosa habrá observado concomitancias formales y débiles destellos en el ejercicio del poder entre Pedro Sánchez y aquellos. Vi de niño la caravana de Adenauer sobre el Rin, después una de Pompidou en París y bastantes en Washington. Pedro Sánchez las sobrepasa como lo hace Pablo Iglesias también en despliegues policiales y ostentación de poder. Solo hace unos días se veía a Sánchez de visita sin más en Madrid, como acostumbra con 12 coches y escoltas a pie como Trump y estilo Kennedy (ya lo hizo en Nueva York): Adenauer, cruzó el Rin con cinco DS-21 (el “tiburón”).
De la pompa con que actúa es mera extensión la forma tan mayestática de referirse a sí mismo como “Mi Persona”, significa superar a Maradona en la utilización de la tercera persona hablando de él. “Su Persona” como algún periodista guasón lo califica u otros como “Su Sanchidad”, dan cuenta con esa burla de su egotismo redoblado con intervenciones siempre gloriosas en vanidad, petulancia y desvergüenza, como incluirse como “nosotros los líderes mundiales” (reunidos en Davos creo, sin estar en el programa).
Pareciera que nuestro fraudulento doctor hubiera inspirado Yo, el Supremo de Augusto Roa Bastos, pese que hay más estatus de inviolabilidad metafísica en “Mi Persona”: casi la bíblica de “yo soy el que soy”. Al margen del uso indebida del Falcón, leí que se fue a Valladolid (reincidente) en un Airbus: en el tren Albia, 50 minutos. Así deviene natural el arrinconamiento del rey buscando la contigüidad, bicefalia, fáctica suplantación.
El enemigo mortal de Pedro Sánchez (los avatares de economía y gestión, se sustancian conforme a los contratos de los Hermanos Marx), Francisco Franco, que ostentaba el poder absoluto sin más límite que él mismo, se sabe que era persona austera, aburrida, sin vicios, solitaria, recóndita, solo dado a los derroches en actos políticos de su régimen victorioso.
Franco llegaba en verano en el Azor a San Sebastián y después iba al pazo de Meirás. Con toda la familia siempre, muy de derechas. No se le conocían amigachos, ni grandes extras.
Luis García Berlanga hubiera tenido una Escopeta Nacional mil veces mejor, de mucho más juego, con Pedro Sánchez y Moncloa hecha Versalles de sus mil asesores con pelucas blancas, y el cartel venezolano-panameño para óptima succión conjunta de recursos.
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