La degradación de la palabra no solo se hace fango al evitar la transacción comunicativa y con ello todas las posibilidades de acciones racionales consensuadas, sino que la mentira dejaba de ser una huida hasta su desvelamiento. Llegan a mentir al momento que la hacen evidente, mentiras clamorosas que nunca antes habíamos oído: desfachatez, burla, condición esencial de los sistemas autoritarios que no rinden cuentas.

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Sánchez, como con su fraudulenta tesis, no era autosuficiente ni capaz de desarrollar ideas con rigor y creíbles, que fluyesen naturales trasluciendo unos mínimos de sentimiento y emoción, de convicción en algún momento al pronunciarlas, que no fuera un maniquí de El Corte Inglés vacuo, artificial, incapaz de generar credibilidad, empatía, confianza, interés en algo que proclamara. Por eso incurría en solemnes ridículos con sus largas peroratas de dictador que controla la comunicación con el pueblo. El muñeco maniquí del que solo alcanzábamos a escuchar por momentos: la extrema derecha, extrema derecha, extrema derecha, como si fueran hospitales, pensiones, PIB, palabras de guerra sobre hojarasca, ceniza, polvo.

https://www.eldia.es/opinion/2021/03/16/nulo-palabra-43215254.html