Desde luego mi descubrimiento de Handke fue una iluminación adolescente, una epifanía o mejor decir hierofanía, (una revelación de lo sagrado) con la particularidad de que no ocurrió con 15 años , sino mediada la cuarentena. Siempre he ido con retraso para las cosas más comunes de la experiencia y en alguna cuestión he devenido muy adelantado, que es cuando te ves solo por trochas y crestas poco transitadas, pero, sobre todo, desapacibles. Que ya no son experiencias sino resúmenes o precipitados de dilatadas experiencias, apenas conscientes en su acaecimiento y actualidad.
En este libro que es de una larga entrevista en 1986, aparece explicado lo que nos dejó anonadados, ante una presencia proteica, como la de Ernst Jünger, pero mucho más elaborada literariamente. El autor desaparecía en el flujo de la narración. No había sujeto, autoría de la narración, a lo sumo llegaba a lejano trasunto, sino era la propia narración quien ocupaba ese papel entonces celestial. Nadie ha reflexionado y explicado como él, el calado de las fuerzas en juego tenidas en cuenta en el acto de creación literaria. A la vez nos abría mundos que de presentes, inmediatos y prosaicos, habíamos sido incapaces de ver en ellos su dimensión espiritual y el vaho estético -mucho más sugestivo que el propio objeto- que encerraban. Por supuesto en nada ayudó a que yo lograra de una vez entender la literatura de géneros.
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