Convaleciente de mi rótula rota, estoy leyendo El tiempo entre costuras de María Dueñas y a la vez Quijote de Salman Rushdie, dos mundos y modelos literarios dispares, dos tipos de literatura engarzadas, en distintas épocas de la historia de la literatura, a sociedades, valores, idiolectos y arquetipos sucesivos. Diría que El tiempo entre costuras constituye la máxima expansividad, cota y resultado que podría alcanzar la literatura de Tánger fabricada por españoles.
Es incuestionable la depurada artesanía ejercitada por María Dueñas escribiendo un "libro-guión de serie". Un artefacto de gran virtualidad en la cultura del entretenimiento. Se dice que la novela según canon S XIX, folletines, se ha refugiado en las series y parece verdad.
Tánger es mucho más que lo celebrado y exaltado, como escribí, casi nada ocurre allí sino por los alrededores y el protectorado.
Coincidir leyendo a la vez a Salman Rushdie, es un contraste vivificador, la contraposición entre artesanía y arte, lo antiguo y manierista (la imaginación pautada) con la revocación radical del pulso, visión y enfoque narrativos antiguos y formularios. En Dueñas domina lo lineal y geométrico, los trucos de convergencia de elementos, la visión del narrador, todo es sólido y con sentido, tosca piedra de sillería, con una lógica interna mecánica.
Rushdie es ya la narrativa líquida, el mundo actual tambaleante, el sujeto a merced de mil estímulos y abierto a lo incierto, permanentemente desconocido y a todas las orientaciones imaginarias, sin puntos de gravedad, con un sujeto irónico, mordaz, desasistido de todo menos de sus impulsos y elaboraciones.
Rushdie saca al mismo antihéroe, sociedad, imaginarios actuales que Philip Roth, Auster, De lillo, Amis, ahondan en nuestra sociedad y presente. Tánger es melancolía, decorado, escenografía de cartón piedra
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