Quien es la verdadera desconocida es la izquierda posmoderna del PSOE, que tan bien representó Rodríguez Zapatero y que no ha hecho ningún esfuerzo de estilismo teórico como si han hecho los de Podemos (corta y pega: Lenin, Gramsci y Laclau). Es la generación que descubrió la vocación de burócrata vitalicio, muchísimo más en la izquierda (de genética burocrática) que en la derecha. Así Zapatero comenzó como otro ayudante más de Derecho constitucional, el porteador de la cartera de catedrático socialista, hasta colocarse. Es comúnmente aceptado que la política se ha convertido en el dominio de las emociones y la sentimentalidad, del nuevo ciudadano sensible e infantil, al que no se le puede contrariar ni molestar, que exige respeto sagrado para sí; como decía Fukuyama, hasta ahora el individuo se debía adaptar a la sociedad (realidad), ahora cualquier individuo almacena legitimidad suficiente para exigir que la sociedad se adapte a él. Incluso los voladores de Nochevieja a los perros (se angustian 10 minutos).La sensiblería, ñoñería se llama empatía (sonrisa, tono melifluo) pero antes era el talante (aportación de Zapatero a la ciencia política, que no al chavismo, como derecha/derecha, extrema/extrema…), y luego ya la resiliencia, vemos que son todas cualidades del alma, atributos salvíficos de la crispación de derecha. Que ya no oprime: crispa. A base del despliegue emotivo de karma, energía positiva de izquierda: talante, actitud bobalicona de que todo es posible con él; resiliencia (tanta la del doctor Sánchez que puso su propia urna con cortina en Ferraz y fue depuesto), y empatía, que es la tradicional “solidaridad” de izquierdas pero con contenido: abrazos, caricias y “te/os quiero”. La izquierda sabe que no tiene ningún programa de desarrollo de fuerzas productivas, de empleo, de producir para repartir, que solo maneja recetas fiscales socialdemócratas en la sociedad global. Por eso aventa su talismán-tinta de calamar: “de progreso”. De facto emotividad a raudales, virtudes de cortesía y buena vecindad, alimentar el infantilismo, hacer que todo escandalice al ciudadano niño, para así luego merecer más caramelos. Por si faltara poco, sor Celaá disparará la demanda psiquiátrica a medio plazo. Ser adolescente hoy…, qué acariciante flotar.