El profesor González Ferrín distingue entre islam religión,
islam cultura e islam sociedad contemporánea. La vida del islam esté repleta de
variantes y confesiones, a la tradicional bifurcación entre sunitas y chiitas
se añade el sufismo ahora básicamente suní con formas de religiosidad popular muy
arraigadas en África. Una constante en el islam ha sido el regreso a las
raíces, a los tiempos paradigmáticos de Mahoma y sus compañeros, afán revisionista
que proscribía algunas aleyas, desautorizaba ulemas y expurgaba determinadas suras. En la
suní hay cuatro escuelas de jurisprudencia pegadas a la teología, todas de
entre el SVIII al XI, como la malikí del Magreb/África a la más rigorista, la
hanbalí: sólo sharia
(revelación-ley) sin fiqh (Derecho).
Desde el siglo VIII hay una polaridad entre determinismo y
libre albedrio (de los pioneros mu´tazilas).
Este se basa en el ijtihad (interpretación racional) que fue eliminado durante
tiempo y la shura que es el consenso de la comunidad.
Contra lo que se cree el salafismo del XVIII y el wahabismo
del XIX son movimientos distintos. Curiosamente los movimientos reformistas se
basan también en el salafismo, que supone un regreso a esos tiempos
primordiales de Mahoma y compañeros, recusando incluso a ulemas corrompidos,
textos viciados y prácticas repetitivas y
vacuas. El fundador del wahabismo Ibn al-Wahhab se alió con los banu
Saud, la futura estirpe saudí, cuya doctrina se nutre de la Escuela jurisprudencial
hanbalí y de un teólogo decisivo, Ibn Taymiyya, llevando la pureza a los
extremos más integristas. Pero el wahabismo
no deja de ser unos de los vectores de la Nahda o Renacimiento, como lo
serán los Hermanos Musulmanes surgidos en Egipto a principios del SXX y un personaje realmente curioso que está en
Paris cuando la Comuna de 1871 que es Mohamed Abduh, que algunos estudios lo tildan de
revolucionario e internacionalista. Esta figura aprecia, como otros
reformistas, la tecnología y ciencia de Occidente, propugna la enseñanza generalizada y fundamentalmente
los derechos individuales, lo que es muy revolucionario. Aunque a estos
nuestros exultantes denunciadores de la islamofobia no les haría ninguna gracia.
Muy “neoliberal”, sentenciarían.
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