Randa Jebrouni
José María Lizundia (Bilbao-1951), en este ensayo titulado Tánger y Melilla confrontadas: otros sesgos simbólicos y literarios, y publicado hace unos meses dentro de la Colección Ensayos Saharianos dirigida por el mismo autor, se acerca a Tánger y a Melilla como lo ha hecho con otras ciudades marroquíes, visitándolas, con todo el bagaje intelectual que lleva. Con la observación aguda y la crítica que emanan sus reflexiones. Se acerca para mostrar el punto de vista de los españoles, “que se encuentran a merced de las fantasías del imaginario. No como los marroquíes que viven anclados a la realidad.” Sin embargo, regalan literatura, tal vez sin darse cuenta, como nos dice el autor: “una mitad ya está escrita, la otra mitad susurrada al oído… Los escritores tienen que ir allí para inspirarse y proveerse de «revelaciones» secretas, como sus espías. Luego es trabajo del escritor ir al lugar de inspiración tras su escucha, la ciudad habla: ir antes, que sería incorporar el rito, como para los toreros su imaginería de vírgenes y rezos; es como si la ficción que puede suscitar hubiera que sacarla con fórceps del útero de la ciudad.”
Su impulso para escribir este libro se origina además de las razones antes mencionadas, en descubrir Marruecos. Observa que la interculturalidad histórica y cultural no es producto de la actualidad, sino que estaba ya instalada con Franco en tiempos del Protectorado español, según confirma el autor Eric Calderwood estudia, en su libro Al Ándalus en Marruecos, la influencia cruzada entre el colonialismo franquista y el naciente nacionalismo marroquí, muy arraigado en Tetuán, la capital del Protectorado español, y la común consideración de la cultura hispano-marroquí como nexo de unión histórico, cultural y antropológico, que cuajó a los dos lados del Estrecho. Debido a la herencia o trasplante de Al Ándalus a Marruecos y en concreto a Tetuán.
Sus apuntes sobre la nostalgia y la melancolía, sobre los paraísos perdidos, Al- Ándalus y Tánger se plantean desde una perspectiva comparativa como dos mundos inspiradores y reproducibles. Los tangerinos son de dos tipos: los nostálgicos que vivieron el ambiente, la atmósfera como decimos, y los melancólicos que lamentan la pérdida de lo que nunca tuvieron ni vivieron, y en la literatura tangerina están los dos. El autor observa que, en realidad, quienes dominan son los melancólicos, que son los que tienen la sartén por el mango y son los influyentes. Asistimos, por tanto, a un estado intermedio, como la melancolía otoñal, símbolo del fin de la vida, cuando se vive muriendo arrastrando las palabras. Escribir inspirándose en la ciudad con el sentimiento de una derrota con el deseo de vivir algo que ya no está para siempre. Si la modernidad es la transformación de la relación del hombre con lo temporal, eso es lo que ocurre justamente en la melancolía de Tánger: la resistencia frente a lo nuevo. Aquí se manifiesta la idealización del lugar, porque se cree que la experiencia que se tuvo en aquel espacio era feliz, cuando en verdad, no lo era.
Por lo tanto, la melancolía no solo puebla los poemas de Tánger, sino toda poesía. Y cito a José María: “Los melancólicos no tienen el más mínimo síntoma de su padecer, así como los nostálgicos son puro síndrome clínico. El único argumento para entender por qué los melancólicos carecen de síntomas, es porque realmente no sienten la pérdida de algo muy valioso que no llegaron a conocer, al ser ellos mismos quienes se lo están inventando. No puede ser de otra manera.”
Tánger y Melilla: dos polos interculturales y simbólicos. Este debate de la interculturalidad es interesante, y al que se prestan sin duda las dos ciudades (Melilla y Tánger) que el autor escoge como polos de oscuridad y luz, nacionalismo y cosmopolitismo, militarismo y ciudadanía, lo real y lo imaginario, lo abierto e inconcluso, y lo cerrado y revisitado: Melilla y Tánger, pero que, a pesar de su poder de simbolización, plantean diferentes desafíos de interculturalidad. En Melilla la biculturalidad es dominante y su presencia se hace evidente, mientras que en Tánger no. José María Lizundia escribe: “Así como en la ciudad española se da esa biculturalidad y el hibridismo, hay musulmanes españoles de nacimiento, educación e identidad quizá dificultosa; en Tánger no la hay, a lo más habrá minorías transculturales o interculturales; supone que son los restos mezclados de alguna burguesía urbana, culta y liberal.”
La interculturalidad, el diálogo, la comprensión y el respeto mutuos, la interacción en igualdad de oportunidades, Chukri plasmó en su autobiografía novelada esa época, que, según él, es la radiografía del colonialismo en Marruecos. Si bien, no olvidemos que hubo en ese Tánger internacional una interculturalidad entre personas del mismo estatus económico.
El lector encuentra en este ensayo unas exploraciones personales del autor sobre estas dos ciudades fronterizas y a su vez diferentes, enriqueciendo así el conjunto de las visiones sobre las ciudades mediterráneas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario