martes, marzo 09, 2021

El Día: Tarjeta canaria en el Hospital Basurto de Bilbao

José María Lizundia

En la tarde del 20 de febrero pasado sufrí una aparatosa caída en la Alhóndiga de Bilbao. Una ambulancia me trasladó al hospital de Basurto: fractura de rótula. Me explicó la doctora que requería intervención quirúrgica. Pero entre su grupo sanitario que tuviera tarjeta canaria no parecía motivarles demasiado. La jefa se fue encrespando cuando supo que me había desplazado desde Canarias y no solo eso, que además lo hiciera entre Getxo y Bilbao, habiendo confinamiento perimetral. Me lo reprochó vivamente; mientras ella llevaba un mes sin poder ver a su madre que vivía en Castro, yo me permitía saltármelo “todo”.

Estaba allí por asuntos personales de carácter legal, me había hospedado unos días en Bilbao y otros en Getxo. No podía pertenecer a una sola demarcación ficcionando mi domicilio, aunque de facto a las dos. Que me hubiera trasladado desde Canarias y luego entre las dos localidades mantenía fogosa la indignación de la doctora. Tuve que recordarle que venía de la zona de España donde menor era la propagación del virus y en tanto particular no tenía ninguna responsabilidad de los resultados covid y las medidas enfrentadas por la administración sanitaria del gobierno vasco. De muy malos modos me remitía al traumatólogo de referencia, sabiendo que estaba en Canarias, cuando debía ser intervenido allí, como me aseguraron después en Tenerife. El trato fue degradante, como lo demuestra que en el informe médico rotulara “fractura rotuliana, quirúrgico, saltado el confinamiento perimetral”. Un informe médico que no solo me trataba como paciente, sino que me señalaba también como ciudadano sancionable

De la frustración por las medidas anticovid emergía la pulsión denunciadora, que provoca el comportamiento “incívico” del paciente. Con Hitler algunos alemanes no acudían a las consultas médicas, por si fueran denunciadas sus deficiencias eugenésicas. La falta de diligencia profesional y deontológica no fue lo más grave, sino el verme privado de mis derechos como ciudadano ante la Administración vasca lejos de la mía. Osakidetza exigía una legitimidad, un título, en este caso para asistencia (procedía imperiosa la quirúrgica denegada) que yo no podía mostrar ni exigir, con independencia de fórmulas de colaboración que haya.

Los grandes principios de solidaridad y coordinación interterritorial han quebrado si alguna vez llegaron a tener virtualidad. Todo apunta a que lo logrado por las administraciones políticas ha sido fijar en la legislación el mayor poder territorial y autonomía frente al resto. Lo que ha permitido que esa insolidaridad territorial anide ya entre personas y profesionales. Y así la actitud de insolidaridad, desentendimiento absoluto que contagia a la persona, en el afán de exclusión y denuncia del intruso, el otro.

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