miércoles, septiembre 02, 2020

José Carlos Cataño, la jaquetía y Juanita Narboni relacionados. Me adelanté

 Esther Bendahan, Marcos Ricardo Barnatán, José Carlos Cataño y el editor Lizundia (yo con rango). Se trata de unas jornadas sobre "Judaísmo y Literatura" celebradas en el 2009 en el Ilustre Colegio de Abogados de Santa Cruz de Tenerife. Cataño trajo a todas las personalidades, de mucho lustre, y yo vine a poner el Colegio. Distintos decanos y juntas de gobierno siempre han atendido mis algo intempestivas iniciativas, por lo que mi agradecimiento a todos y todas (Natalia y Paula, sin duda) quede aquí también.
 Y ayer me tropiezo con esto:

José Carlos Cataño un tipo curioso: En 1977 se convierte al judaísmo ante un tribunal rabínico en Marruecos. Desde esta posición ha escrito en prensa denuncias sobre el antisemitismo español y ha emprendido proyectos sobre los judíos en África, Canarias y Barcelona. Su adscripción a un judaísmo diaspórico y reformista, le llevó a escribir una de las pocas novelas en castellano, a excepción de Juanita Narboni de Ángel Vázquez, que recoge la jaquetía de los judíos del norte de Marruecos y el ladino balcánico y turco: De tu boca a los cielos

Le apostillé (a Van Sande) y nos dimos amistad como en un flechazo. Pues bien, eso mismo está en mi libro Tánger y Melilla confrontadas: otros sesgos simbólicos y literarios. Un pequeño capítulo está dedicado a Cataño, a Juanita Narboni y a algo tan oído en el norte de Marruecos como De tu boca a los cielos (expresión coloquial y el libro de Cataño): la jaquetía. Lengua que para Cataño no era una reliquia o exvoto familiar y amistoso de un trasmundo idealizado compartido, sino una manifestación más de la judeidad. Distinta a la sefardí balcánica, griega o turca.
Curiosamente la jaquetía de Cataño, como reza mi libro ¡qué gusto y casualidad!, proviene exactamente de Melilla, de donde era su primera mujer. Y la jaquetía de Cataño no es de un enclave romántico divinizado (Tánger, claro: por sus devotos permanentemente alzados) usada casi como contraseña, sino algo vivo, hecho suyo, elegido. No es, como en el caso de Ángel Vázquez, el runrún de la calle, una habla de tienda de sombreros, o expresiones de su madre, abuela y amigas. No es un registrador ni un notario, sino alguien que busca y se sumerge en ese mundo que lo hace suyo (no le rodeaba, quieras o no): Cataño se convirtió al judaísmo por el rabino de Kenitra, ante el que "cantó" la torá.
Cataño también distinguía entre el ( o los) judeomarroquí histórico y el judeoespañol del norte de Marruecos (los sefarditas son los últimos judíos en llegar), porque el gusto por la jaquetía de Cataño no era por un localismo sublime o urna de reliquias, sino un modo muy concreto de la universalidad judía. Al punto que llegó a vivir en Safed (Estado de Israel), depósito y faro de la cabala judía.

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