Siempre que me saco la misma foto (mismo sitio, trazas y ángulo), no seriada, pero podría, tengo suficientes iguales de días distintos, como hacía Marcel Duchamp o si no era él, que creo que si, algún surrealista o dadaista, me acuerdo de mi madre y sus sentencias: "vas hecho un cuadro", "pero qué pintas llevas", "qué desastrado". De siempre he sido dado al anticonvencionalismo. Mi hermano cuando terminó de conocer a mis amigos, resumió que ninguno era convencional, sin reparar en que era empezando por él.
Tenía videollamada con Clara y ella de natural tan guapa y espléndida, no debía de encontrar en mí el reverso más drástico, presentándome yo de
cualquier forma... ominosa, que tenía. Greñas, sin afeitar días, las canas de las las cejas disparadas, y una camiseta amarilla devenida mostaza, raída, comprada a unos gitanos de Benidorm hará 12 años, por el toro de Osborne pectoral. Para lo único que he movido la mano y enfoque ha sido para enseñarle el toro más abajo.Me he tirado la foto, que es como me iba a ver ya que yo mantengo el móvil en la mano con el codo apoyado en una mesa alta, y me he dicho, total, estoy en casa, soy clase pasiva, que prime la hospitalidad hogareña. A fin de cuentas ¿dónde se debe recibir a los amigos si no es en la cocina, a mano el asa de la nevera?
Una hora de charla y habladurías, nos hemos reído mucho, que a lo que se ve es una característica de mi mundo marroquí, Clara aunque colombiana como Gabriel (ungido/unigénito/congénito), forma parte de ese mundo marroquí que tengo y en el que es elemento -ya más que comprobado- muy destacado reírse, casi sin tregua. Reírse es reírse, con el estómago, no sonreír, sino divertirse, celebrar frases, comentarios y re-comentarios, asociaciones bruscas pero concernientes, divagaciones resueltas en disparos imprevistos.
Jamás tomarse uno en serio, que es el secreto del humor y lo humorístico (como mi hermano), puedes tomar en serio lo que quieras: la patria, la religión, la familia, el buenismo medioambiental... pero jamás a ti mismo.
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