El ambicioso lance femenino del feminismo
JOSÉ MARÍA LIZUNDIA
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Walter Benjamin hablaba de la estetización de la política, que era lo que los nazis hacían con sus teatralizaciones, formas y arquitectura, por no hablar del fascio italiano. Por el contrario, la politización del arte correspondía a los soviéticos con aquella infamia del realismo socialista, eliminados Kandinsky, constructivistas y afines.
Se puede ver en youtube
a Judith Butler y a Paul Preciado del grupo Queer, que en plena
coherencia con sus postulados teóricos en torno al género como constructo
cultural, han borrado cualquier rasgo de feminidad, y eso que ellos/ellas/elles
creen en la permanente reversibilidad del género. Se medican, controlan la farmacopea, se administran
testosterona.
A distancia galáctica en inteligencia, preparación y vida, el grupo que comanda Irene Montero, aglutina resentimiento contra las mujeres con vidas realizadas o personales, mujeres bellas (condenadas), la sociedad burguesa, mayorías inteligentes, desde los guetos de marginalidad y activismo. ¡Siempre tan marginales, adocenados, simples y monotemáticos! Consorte y colocada de Iglesias, en términos de estricta objetividad, defienden las políticas de género (¡de verdaderas teóricas-trans como Butler y Preciado!) frente a la idea de discriminación sexual del viejo feminismo de izquierda, desde posiciones siempre elementales e ilusas. En aquel tiempo ese feminismo de izquierda (el feminismo sociológico está productivo en universidades, hospitales, tribunales, ingenierías, también trabajos infames) no adoptaba signos de coquetería, seducción de una feminidad rancia, encorsetada y machista que inaugurará Zapatero y ministras.
Las ministras del PSOE socialdemócrata de Felipe y Guerra,
como Matilde Fernández, Cristina Alberdi, no tenían que hacerse valer ni
simularlo, sabían muy bien quienes eran (solvencia profesional) y que querían. Hasta que un Zapatero, bastante ya maduro,
reabrió fosas comunes, cunetas, tapias, paseos y feminizó su gobierno de tal
forma que disolviendo cualquier forma de diferenciación con la “mujer objeto”,
llevó a sus ministras, estupendas y
pintureras, a Vogue. Hechas unas princesas, unas top model cool, emergía otro PSOE. La más rutilante estrella fue la ministra María
Teresa Fernández de la Vega que acumulaba en cada intervención muchos trapos,
firmas, modas y cirugía (casi, cual hembra de Copacabana). ¿Cuántas horas ante
el estilista, peluquería, boutiques? Muchísimas más (jornadas enteras en
cómputo anual) que Angela Merkel o las
presidentas de Nueva Zelanda y Finlandia. Como la diaria peluquería y modelitos
de Yolanda Díaz y compañeras de tendencias y armarios.
Nacida para el arribismo, ser sombra de macho alfa y la frivolidad superdrástica, tia, Irene Montero salta de las guerras de pijamas
en sede ministerial a las páginas de Vanity Fair. Dice desde su nivel rasante/pedestre que la
critican por mujer, feminista y de izquierda. Es hasta dónde puede llegar.
Solas y bebidas.
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