He escrito un texto de esos que compasivamente suelen calificarse como sesudos sobre Ceuta y Melilla, en el que he vertido erudición y reflexiones de tipo intelectual, o eso creía yo. Texto que se lo he mandado a Clara, la manager general, que aparece en la foto bajo la cobertura de la bandera de Marruecos, para su publicación.
Me ha interpuesto hasta cuatro objeciones, todas atendibles, no sin antes y en mi descargo, aun reconociendo la pertinencia de sus cautelas, ahondar en la fundamentación objetiva de mis tesis. Y todo porque no me ha contestado al teléfono, luego me ha llamado y hasta ahora nos hemos tirado una hora hablando. Con Jamal media hora por la mañana ¿conspiración? pues igual.
Una hora y no hemos hablado del artículo, al comienzo solo, de mis argumentos que básicamente son de la historia de Marruecos y conceptos generales sobre historia. No hay historia sin mitología. O la historia son hechos objetivos desvirtuados por necesidades mitológicas. La realidad objetiva
está inerme frente al imaginario.
Yo mismo que soy de constitución neurótica y adicto a la vida y coartadas imaginarias, soy fanático de la objetividad -traer el ello al yo, el inconsciente al consciente: técnica psicoanalítica- admitiendo que más real que la realidad es el imaginario: una realidad viva, colorista, íntima, demasiado complaciente (su inmenso poder).
Soy partidario del psicoanálisis de la vida cotidiana parafraseando aquella obra de Freud. Eso para empezar a hablar aunque
luego hagamos los que nos plazca
luego hagamos los que nos plazca
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