Hoy me he cargado todo el tema judío del libro, sobre
Marruecos norte
Mi amigo, una autoridad extranjera, cuando llega, íbamos a presentar
la colección ES, apunta:
-Lizundia, judío, ¿cómo estás?
-Sabes que no soy judío
-¿Cómo que no, si eres presidente de la asociación de amigos de
Israel?
-Fui, nos disolvimos y ser judío es verdaderamente
complicado. Tú nunca has estado en ese tipo de tesituras – le espeto.
Cuando saqué el primer libro Sáhara como
metarrelato, yo iba a entrar a juicio y recibí una llamada de Las Palmas ¡alguien que ya conocía el libro! que era aguerridamente a favor de Marruecos en
contra el totalitarismo (no autoritarismo) polisario y enemigo jurado de los amigos
hispanos del Polisario. Nos hicimos
–somos- grandes amigos Manolo y yo, y
una vez en Tenerife me puso el teléfono
-le llamaban de Marruecos- porque se oía ¿estás con tu amigo Lizundia, el judío?
Les debía hacer gracia.
-No vas a comprar los siete primeros números- le digo al
agente extranjero
- aquí no tengo dinero
- cómo que no tienes dinero, si vienes a la presentación
- -No va a venir nadie por la alarma. Yo a ti nunca
te he fallado, tú eres muy apreciado en el ministerio – siempre me dice lo mismo pero nunca compran nada.
- -Mentira, a mí no me conoce nadie y nunca me
habéis comprado un libro
- -No digas eso, tú estás muy considerado
- -¿Por el ministerio, la institución, el edificio,
los coches oficiales..?
- -Pues te voy a decir, al menos tres (me cita autoridades) me han preguntado además hace poco por tus libros, y
por ti.
Judío, pues judío. Esto es una anécdota que me produjo gran satisfacción,
que es cuando puedes ir más lejos de lo
que supones. Agosto de 2014. Callejón de Gaza a partir de entonces, era al anochecer. Estábamos en el Parra, era entonces nuestro antro, todas las terrazas ocupadas
por progres (los que en su vida jamás han abandonado sus zonas de confort,
sistemas de referencias, claves, bromas, y toda la vida en el mismo ambiente,
posiciones, comentarios, nunca han desentonado, de cerca ante nadie, bueno sí
frente al imperialismo americano, el neoliberalismo y otras ampulosidades, ahí sí se radicalizan ) en cuantía de varías decenas.
En nuestra mesa mi hermano (por
adopción) Fer, XY, y Yael, una amiga judía. En la de enfrente un progre
cincuentón y fondón, camiseta de
tirantes y como bombachos con una tía. Entre la democracia liberal de Israel y el
terrorismo totalitario de Hamas, como buenos genocidas, por Israel, hablábamos.
Nosotros todos fachas, en mi caso proveniente del otro bando (el de los eternamente compactos). Y el progre nos debió oír. Y se levantó para decir a nuestra altura
“estos hijos de puta”. Nos miramos: Sí,
es por nosotros, advertí. Regresa, se sienta, va y dice mirándonos: “todos los
judíos son unos hijos de puta”. Yael allí judía. Resulté la horma para su
zapato. En dos zancadas ante su mesa y cierta torsión preacción. Repítelo, que
lo repitas, cada vez más bravo. El otro ahora muy prudente, yo torvo, matón,
incendiado de ira como los zelotes, dilo una
vez más si tienes cojones, repítelo, que lo repitas, le conminaba, los progres
de las mesas miraban, a ellos yo. Yo lo que tenía claro era que iba a dar un
patadón a la mesa y tirarla contra ellos
y lo que resultara, yo estaba en que de la
policía no me libraba. Vino el dueño y les amenazó, a su acompañante que iría a
su bar hacer lo mismo, se fueron. Tuve
un último gesto para él: de sentida decepción.
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