El escritor vasco tangerino Iñaki Martínez descubrió a un vasco de apellidaje, lejos de la aldea y prendió su curiosidad. Era yo. ¿Cómo es que hay vascos que ni tengo catalogados?, que a eso se dedicaba también como embajador vasco (de mi más que class enemy) y le entró le prurito de asistencia a vascos de todo el mundo que estuvieran lejos de sus raíces. Y me tomó por uno de esos. Yo como no puedo con la ternura vasca, le ofrecí caramelos envenenados, como seguía a lizundia-reilly, ahondaba en la vasquedad, colgando música de hondura sentimental, referencias antropológicas, que cualquiera de Baracaldo hubiera rehusado.
Aparte, y eso fueron los comienzos primordiales, habíamos compa
rtido similares lugares, conocido a muchos y ya por último y lo que faltaba el otro día a respetables personalidades a día de hoy porque a día de ayer fueron lo contrario. Al vasco no le sacas de los vascos, en mala hora le cité unos nombres, Es tan arquetípico que todos son amigos de él, y lo más grave y antropológicamente devastador es que es verdad. Los vascos serían mucho más tolerables si por lo menos alguna vez mintiesen. Son todos como San Ignacio de Loyola: fanáticos y virtuosos. Como el vascotangerino es vascoamericano igual le puedes tener sin beber , pero sin amigos baskish imposible.
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