Desde hace décadas que no he sentido interés por conocer a gente. Otra cosa es que haya descubierto verdaderas maravillas. Yo rompí con amigos de toda la vida por política sin pestañear, eran baskisch enemigos, pero milagrosamente ¡mantengo intacta mi capacidad de hacer amigos, Todos los de Ensayos Saharianos somos muy amigos. También es verdad que ahora mismo la suma de examigos y enemigos de clase es muy superior a la de amigos, no he sido un osito de peluche, de esos que a dios rogando y con el mazo dando. No sé si viene.
Pero al que quería conocer, porque ya le avistaba y veía venir con las velas inflamadas era a Gabriel Restrepo, estábamos citados en el Sáhara, y yo para las tres únicas veces en mi vida que me han invitado a cosas intelectualescas (peor: academiescas) he faltado dos, por lo que me van a seguir invitando a muchas más. Pero estaba justificado aunque no hiciera mucho por resaltar la circunstancia, había debutado en analíticas y en el quirófano de la sanidad pública para volarme una hernia inguinal. De otra mala suerte XY se había roto el pie en Barcelona. Ya no éramos jóvenes eternos. Entonces Gabriel Restrepo no estaba ni a 500 kilómetros de mí. No pudo ser y siempre maldecirá aquel dia de julio de 2019.
Que me diga que soy disidente aún de los disidentes, me deja a merced de cualquier viento, sin brújula ni orientación, él que además ha escrito "Marruecos, la Rosa de los Vientos", lo hace más lacerante.
Aunque eso supone menospreciar mi capacidad para la hostilidad, animadversión, enemistad, inquina, desprecio, aborrecimiento a izquierda posmoderna, populismo y absolutamente toda la gama de progres, nacionalistas
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