La cuadrilla vasca, la verdadera estirpe a la que uno pertenece
He visto el primer capítulo de Patria en televisión, me salieron las lágrimas cuando Bittori abraza bajo la lluvia a su marido recién asesinado pidiendo ayuda y nadie sale ni se asoma a las ventanas: terrible, así fueron, así fui. Ese era mi país. Qué fidelidad a la realidad (en todo) y qué grito estético y moral del plano.
Es todo casi exacto, incluso lo que se ve de las Cuadrillas vascas. ETA y su red de solidaridad no nació de ellas, pero las cuadrillas la alimentaron, la proveyeron de héroes (killers), la cuidaron y la homenajearon. E hicieron sentirse siempre en deuda, con culpa, porque los mejores de ellos, abnegados, generosos de la cuadrilla entraban en ETA y por tanto, morían (muy pocos) o cumplían condenas en las cárceles, para liberar Euskadi, la patria imaginada solo 100 años antes.
No hay parangón con las cuadrillas vascas, de su fraternidad, calor, acogida, incondicionalidad, el eterno masculino mundo juvenil de camaradas, lleno de celebración, contacto físico, solidaridad, gozo permanente, fuerza, alegría y la seguridad y confort que infunde la fatria, que ha desterrado por completo al individuo, la libertad y criterio individual. De ahí su cohesión e idéntico vibrar, pensar y actuar.
LOS HIJOS DIOSES DEL MATRIARCALISMO VASCO, las grandes diosas, madres-tierra.
1 comentario:
Magnífico resumen de la identidad vasca encuadrillada y cobarde.
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