jueves, septiembre 16, 2021

Ni Leila Slimani ni, menos aún, Georges Perec son literatura de entretenimiento

Una novela de más de 400 páginas sobre la vida familiar de una pareja mixta (de dos  culturas), una narración incrustada en los años previos a la independencia de Marruecos, gravitando pues en ella hechos históricos y en donde ocurren bastantes cosas, no puede en este caso reducirse a novela de entretenimiento, para mí las de tantas páginas lejos de entretenerme me desesperan. Todo puede decirse  en menos. Slimani hace biopsias de la existencia de los seres humanos, presidida por la crueldad, fealdad, fatalidad de la vida, y de su evanescencia, fragmentación, oscilaciones, indeterminación, irracionalidad, y le complace propinar arañazos emocionales e infundirte cierto desasosiego, tristeza y lástima. Las novelas trepidantes de entretenimiento versan sobre sucesos y se refieren a ellos contando  lo que pasa, dicen y hacen sus protagonistas. 
Cuán falso es que las buenas obras son las que estás urgido a terminarlas de un tirón. Yo con Perec, tuve la experiencia opuesta, había de dejar el libro para no acabarlo, no quería gastarlo y quedarme sin nada, buscaba saborear su efecto, la suspensión emocional, la disolución estética, la nubosidad cognitiva, el mismo vaciado ante la obra de arte.
Ayer terminé el libro de Leila Slimani (el tercero que leo de ella) y empecé y terminé este de Perec. Lo que nunca me había pasado, fue tal la experiencia que me puse a leerlo de nuevo. 

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