viernes, septiembre 03, 2021

Con que dulzura, como de cuajada con miel, la hija vasca le dice al padre: "Aitatxu"

Estaba en el bar de traza pijo-cayetano (jamás entraría a un pijo-progre caviar) esperando a Idoia y Jose, en el que abrevo a diario y moviendo los pies por culpa,  una vez más, de la música que  ponen, toda en inglés, toda de mis épocas (dada mi dilatada vida). En estas colijo que la mejor música que he oído en mi existir ha sido en Las Arenas -Getxo en diferentes épocas. Así que le abordo a la camarera:
-¿Quién pone esta música tan guay?
-Yo la he grabado, toda es mía
- Eres de Las Arenas- en asertivo.
-No, de Barakaldo- me he quedado un poco... en fin. 

Entra una chica vasca en su gestalt, esas jóvenes cuarentonas vascas dulces solo cuando son dulces, con un señor si no más derruido que yo, parejo, aunque sin muletas. No se levanta él sino la hija, y al pasar le dice, como si fuera la virgen de Aránzazu o de Begoña y en  ningún caso una bruja de Zugarramurdi:
- Qué quieres tomar AITATXU- que diminutivo más delicado, meloso, filial ungido, acariciante, justo detrás mío. A punto he estado de tirarme de la silla: la dulzura femenina (maternal) vasca, la música de  Barakaldo, leyendo el libro de poesía sobre Bilbao de Miguel de Unamuno con Jon Juaristi de prologuista sembrado, por la concatenación de emociones tan fuertes.  

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