Entro en una librería del municipio vizcaíno de Getxo y me encuentro con el libro de Borja Ortiz de Gondra que quería leer, y rápidamente recuerdo como pendiente el último de Alejandro Gaytán de Ayala, cuyo primer libro leí la última vez que estuve en el País Vasco hace más de medio año. Al rato de comprar los dos y ya con una amiga, es cuando caigo en la cuenta, por algo que hablamos, de que los dos son homosexuales, condición absolutamente superflua a mi interés por su obra. Ambos son de Getxo y comparten familias y apellidos de alcurnia y prosapia y para los dos fue su condición sexual una vicisitud quizá complicada en su momento, que pudiera tener que ver con su posterior proyección literaria; lo que para ellos fuera experiencia temprana no muy halagüeña para sus lectores resulta del todo irrelevante. Son miríadas los escritores y artistas homosexuales, sin que esa circunstancia tuviera la más mínima repercusión en su prestigio y registro histórico. La vida era mucho más amplia que las preferencias sexuales, y lo sabían, como de sus capacidades de sobra demostradas. Lo que viene a acreditar que no existe el determinismo y que víctima no se es, se hace, en el doble sentido semántico, en general hoy en nuestro entorno. Ortiz de Gondra he escrito una novela autobiográfica de mucha altura, de una densidad apabullante como su propia vida, la complejidad de mundos con su interrelación por épocas, dedicaciones: de dramaturgo y novelista finalmente.
Alejandro Gaytán de Ayala vuelve con este segundo libro a sus apuntes autobiográficos, sobre su época en Lausana trabajando para el COI, doble filólogo de francés e inglés. En Suiza es donde alcanza la vida buena que preconizara Aristóteles. En ambos escritores vascos está mucho más presente el ambiente opresivo, coactivo, gregario y cobarde de la sociedad vasca y el tirón constante del terrorismo, que cuestiones de género, u otras promociones gubernamentales, que no obturan el discernimiento intelectual o la conciencia moral. Se puede decir que en el ámbito de la literatura y otras artes, la distinción homosexualidad/heterosexualidad no existe, si existe si damos en llamar gays -tan solo a efectos de esta oposición- a aquellos que cultivan estereotipos muy marcados de afectación, narcisismo, exhibicionismo, lucimiento extremo y actualmente mejor condición que el resto de mortales. Lo que llevó a la cantante Soraya presentadora en Chueca a pedir perdón por no ser gay.
No hay linde homosexualidad/heterosexualidad, ya condición indistinta, disuelta en el continente de la cultura frente a otra homosexualidad de alharaca, teatralidad y superioridad en los territorios de la ideología y propaganda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario