Las capitales literarias lo son durante el tiempo de plenitud y apogeo, temporalmente limitado, -no como Tánger que la quieren plana, eterna y constantemente “auto- engendrándola”-, verdaderos centros de nacimiento y efervescencia de movimientos artísticos o literarios, de confluencia e hibridación de tendencias, de su ruptura, superación y extinción, y encuentro o profundización de destinos estéticos. Las ciudades como sedes de registros artísticos, al ser organismos vivos, transitan. Y antes de desaparecer su simbolismo, declinan.
Ese ambiente hace que se desplieguen por la ciudad en la primera guerra mundial los norteamericanos de la “Generación perdida”: Hemingway, Scott Fitzgerald, Dos Pasos y un atrabiliario Ezra Pound. Además de -haciendo una insólita escritura cubista- Gertrude Stein. Incluso ella ha logrado su estilo y experimentación en París, sin dejar nada para Tánger.
Se han forjado escuelas, corrientes, estilos, movimientos,
focos culturales, vanguardias empeñadas en la superación y aniquilación de las
anteriores, una antropofagia artística. Nada de esto ocurre con el Tánger
internacional, de lo que está por completo ausente.
¿Dónde y cómo podríamos meter a Tánger, ya que estamos en el
selecto grupo de ciudades literarias mitificadas, pero operativas? Es imposible
hacerlo.
Hagamos recuento, podemos ir a Alemania o Austria con su inabarcable apogeo habsbúrgico. En Alemania está Munich con Der Blaue Reiter, con el cabaret de los escritores y hermanos Klaus y Erika Mann; en Dessau, la Bauhaus; en Berlín la Nueva objetividad; el expresionismo de Die Brücke en Dresde; el inglés Christopher Isherwood escribirá, participando del halo que emana, en Berlín el libro que inspira Cabaret. Allí llegan Kandinsky, Marc Chagall, Kokoschka, camino París o Viena.
Finalizando la II Guerra Mundial, embarcan en Nueva York de regreso a Europa los exiliados André Breton y cofrades, y al poco es cuando asistimos al estallido del expresionismo abstracto norteamericano, y justo y sin salir de Nueva York encontramos la “Generación Beat”, que viajan a San Francisco porque Ferlinghetti les suele convocar en su librería y en Sierra Nevada de California, el arte povera en Roma, pop art británico en Londres, como el grupo de Bloomsbury, y podíamos seguir.
El lugar de la Generación Beat en absoluto es Tánger, sino
Nueva York y San Francisco, los trenes que van de costa a costa con viajes
interrumpidos o Méjico. La Generación
Beat, junto a otros escritores norteamericanos coetáneos acuden a Tánger de
visita, despojados de toda voluntad
artística (Kunstwollen) y cualquier plan literario, y aprovechar
la droga y el sexo (la consecuente banalización de Tánger, que tanto deslumbra
a los españoles, impregnados, con inaudita retrospectiva, de la grisura
franquista ¡aún!), pero más a Méjico, nadie escribe un poema ni una línea de
allí -Allen Ginsberg, después y lejos, nombrará 4 veces “Tánger” en El
Aullido-, solo Williams Burroughs se queda en Tánger para no escribir de
Tánger.
No se da ningún movimiento similar, nadie es convocado y a nadie se le espera en Tánger, nadie va a
Tánger a participar de experiencias
colectivas, a aprender, colaborar, conocer, contactar, imbuirse de
técnicas o estéticas determinadas, nadie piensa en Tánger como lugar de
creación e irradiación de movimientos artísticos, corrientes literarias,
tentativas estéticas, intenso faro cultural (que no es coincidir muchos
artistas en una discoteca), ninguno cree que se esté perdiendo algo decisivo no
estando allí. Tánger a estos efectos es un solar yermo, que no lo es para los
nativos, y eso se nota, sino todo lo
contrario porque han captado su sustancia que de manera natural brota, no
impostada. En Tánger son los marroquíes,
los que nunca han pretendido nada ajeno a su creatividad, sin localizaciones
publicitarias, con el verdadero espíritu contemporáneo y actual de
individualidad. No pueden sentir la más mínima necesidad de “comprometerse con
Tánger”, porque sería absurdo. Uno se compromete con Su literatura, no con un
producto. Menos hace urdir historias que
continuar, sobre la ciudad internacional,
a impulso realmente de ilusiones, idealizaciones, ensoñaciones de un
Tánger-disney, del que nunca han logrado
capturar su sentido y ser, porque carece de
alma literaria, ni la va tener. El alma es lo contrario a la arquitectura, lo incompatible con su
construcción. Ni lo convalidado por el entretenimiento.
La ciudad del Estrecho se ha vuelto escenario, maqueta,
escenografía, estudios, plano, mapa, parque de aventuras, anfiteatro de
representaciones melancólicas, souvenir, estereotipo incluso una buena parte de
guion literario (casi hecho, encauzado y muy bien aprovechable) que fabrica la
ciudad, atrezzo de una literatura de géneros que compondría el “género Tánger”,
de forma que se trata de un no lugar literario paradigmático.
2 comentarios:
Felicidades José Maria por este pedazo articulo , escrito de mucha enjundia.
Akalay.
Viva el frente Nazarí!
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