viernes, julio 23, 2021

El desenfoque que produce Paul Bowles en la visión españolizante de la literatura de Tánger

Llama la atención que Paul Bowles sea una figura orillada por los promotores del Tánger literario español, cuando debe ser  en justicia considerado el axis mundi del Tánger artístico internacional, quien confiere a la ciudad su fama literaria, quien arrastra allí a escritores icónicos estadounidenses y un sarpullido de otras nacionalidades.
Y quien como nos cuenta  María St Just hizo decir a Tennessee Williams: “Paul ha sido siempre mucho más interesante que los lugares donde vive”. ¡Quién nos lo iba a decir!

De entrada el lugar de peregrinaje literario a Tánger, durante décadas, su único lugar de destino es la casa de Bowles, que no tiene teléfono y donde sus seguidores directamente se personan, como es el Inmueble Itesa. Ciudad donde queda cultura material, rastro literario de esa época, que es en la Legación americana con las pertenencias de Bowles, lo que no deja de ser significativo. Es el único lugar de culto literario, cosmopolita y marroquí, que Bowles fundió solo. Lo español es más difícil divisar. Su chofer, sus empleadas, sus amigos, escritores, artistas, protegidos son marroquíes, más los amigos norteamericanos o de otras nacionalidades que van a verle. Tras la versión cinematográfica de El cielo protector de Bertolucci las visitas se intensifican.  La música, la literatura oral y escrita, el arte que le interesa es marroquí. En ese selecto club social y vital lo que no hay es un solo español. Aunque habla español, que lo habla con Chukri y Mrabet, no lo hace con españoles, simplemente porque no los trata, con la excepción espaciosa de Emilio Sanz de Soto. Tampoco está detrás de la cultura española, como lo está de la marroquí.  Luego no ahonda en ella. Bowles lo quieran o no, no está  al alcance de españoles.

Paul Bowles  es el gran reclamo literario de Tánger, ciudad que a efectos literarios no es nada española. Ningún español ha atraído a ningún extranjero, no ha existido un Tánger internacional español, Goytisolo tiene de Tánger lo que tiene, básicamente un libro. Laforet y Ángel Vázquez son de culto doméstico, de familia y pandilla, por eso las guirnaldas y cintas de la jaquetía y de antifranquismo de garrafón bastan. Cuando el profesor y exministro tangerino israelí, Shlomo Ben Ami decía que en su casa en Tánger su familia hablaba  español estándar, no la jaquetía.  Todo ello es algo inconexo con el cosmopolitismo. El cosmopolitismo español en Tánger -ya escribimos en  Tánger y Melilla confrontadas: otros sesgos simbólicos y literarios- es un cosmopolitismo pasivo, (sin cosmopolitas, son tangerinos melancólicos nomás desembarcados) por deducción y ambiente.

Por el tipo de literatura y canon de novela deberían estar los españoles más próximos a Bowles que a Chukri, Bowles narra historias de Tánger o Fez, que cumplirían  las expectativas narrativas, estéticas, ideológicas, históricas, mitológicas     que demandan los españoles de la ciudad internacional del Estrecho, y  no con Chukri, cuya vida, estilo, cultura, mentalidad, intereses no tienen absolutamente nada que ver con esos españoles, tras quien corren para fotografiarse con él. Bowles no les sirve, representa sus contravalores y una realidad viva, operativa, encarnada de cosmopolitismo e interrelaciones, que para desgracia de estos españoles apenas literaria, nadie escribe nada sobre Tánger salvo Burrouhgs, que lo hace allí pero eludiéndola. Como dice Anne Cumming: en el verano psicodélico de 1961, la generación beat de escritores invadió Tánger. Jane se escondió por miedo a que arruinaran  su retiro privado. Pero todo el mundo terminó aburriéndose (¡quién nos volvería a decir!) y se fueron (de donde otros no han hecho más que llegar y llegar detrás de los que pronto se fueron aburridos, algunas décadas antes). Choca el aserto de Cumming con el afán de investir y barnizar la ciudad  de literatura al máximo, que tendría como banderín de enganche precisamente a la generación beat (desertora).


 Chukri, vicios cristianos, sociología católica española;  Bowles recato y sobriedad protestante

Chukri es el afín, es de los suyos, de los españoles que grapan su literatura, aprovechando las demás (los únicos que lo hacen), a Tánger, y es hispanófono que habla habitualmente el español porque lo ha mamado en los extrarradios de Tánger y Tetuán  con andaluces y gitanos que abundan, por tanto no que lo sabe pero no tiene con quien hablarlo que sería el caso de Bowles. Pero sobre todo Chukri, es un adelantado en vicios cristianos -este asunto o mundo de vida, no tiene nada que ver con el islam y su actitud y posible criterio normativo que merezcan sus transgresiones-, sino más bien  con los católicos españoles por clara contaminación colonial: alcohol y prostitución, la vida y relaciones  de bares, con hombres y mujeres de bares, a modo de fraternidad -quizá signo distintivo-, es donde nada como pez en el agua, es un rifeño del protectorado, en caída prolongada.

 Paul Bowles bebe lo justo, solo cuando toca, y lleva su sexualidad muy oculta, y menos alardea de ello. Es lo que hace alguien imbuido de la ética protestante, tan distante del catolicismo. Burroughs tuvo a Frank, Yacoubi  un alemán y un escándalo, de Bowles no se sabe nada, no es como Jane (judía), ni como Chukri (in)moralmente españolizado, suscrito a vicios, más que pecados -nadie más laxo que los católicos para los pecados, para eso tienen el sacramento de la confesión que todo lo borra-, de honda raigambre hispana. La españolidad no tenía por qué remarcarse con obras literarias, sino en los mundos de la vida, y la forma compartida o inspirada de descarriarse, en lo atingente a la vida más personal, cuando se ha optado por marcos de existencia, que nunca son neutros ni asépticos, sino cálidos y acogedores..

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