La supuesta racionalidad hiper simplista de la planificación comunista hizo que se impusiera el monocultivo del azúcar que antes, en una economía diversificada y competitiva, no había existido.

Pero ahora era el seguro para seguir mantenidos por la URSS. En 1970 se fijó el reto más ambicioso de cuantos concibió el comunismo caribeño: “la zafra de los 10 millones”, para lo cual hubieron de erradicar otros cultivos para obtener más tierras, logrando duplicar desastres: el ecológico y económico de pequeñas producciones casi desaparecidas. Sin alcanzar en absoluto el objetivo.

Esa misma década viendo que la escasez estaba controlada gracias a la URSS, Castro hizo un máximo esfuerzo como potencia belicista lejos de sus fronteras, libró guerras -solidarias- en Angola, Mozambique y otro países, que, como ha consignado la Historia, solo sirvió para causar muertes, desolación y ruinas, a escala paradójica/patológica: la escasez caribeña teñía de rojo-sangre la miseria africana. Todo ello, con el desplazamiento transoceánico de tropas cuando la invasión imperialista durante décadas y décadas se anunciaba inminente, por el aparato propagandístico del castrismo. La perenne distracción y movilización de masas siempre sumisas, infantiles, banderita en mano por el malecón.

Ya que hay mucha inversión turística europea, canadiense - hoteles y turismo que preguntaban: ¿Y del embargo?-, la década siguiente se promueve la industria del sexo, a cargo de las jineteras que contribuyen a la captación de divisas. ¡Patria o muerte! con magnífica facturación sexual. Una Tailandia previa del sexo para europeos, y remesas de divisas de Miami. ¿Tanta épica?: ¡un cuento!