El Tour tiene trazas de ser una excusa para que el pequeño y cerrado país rinda culto gigantesco a la ikurriña, la bandera bicrucífera inspirada en la Union Jack inglesa, que Luis Arana, hermano de Sabino Arana ideó en principio para Vizcaya, cuando inicialmente el nacionalismo iba ser solo bizkaitarra. No es un símbolo solar indoeuropeo como la esvástica, de culto en pueblos primigenios. Es de anteayer y de los Arana Goiri como todo lo concerniente al nacionalismo vasco, y el 90% de nombres vascos que conocemos, inventos de Sabino Arana, creador de toda una onomástica
En casa de mis padres en Bilbao se colgó la ikurriña en 1976, cuando aparecieron solo unas pocas decenas de ellas en todo Bilbao. La familia de mi madre guardaron durante mucho tiempo las que colgaron hasta poco antes de la entrada en la guerra civil de las tropas italianas y el Requeté (de Franco), en Bilbao
Toda esta apoteosis extática, me pilla escribiendo otro libro sobre el País Vasco, del que parece no nos vamos a desprender/librar nunca. Como le pasó a Mikel Azurmendi y a otros de mi generación, que no nos quedamos alli y abrazamos, además de evolucionar, ideales y prácticas/relaciones/modos cosmopolitas, liberales, diversos, plurales.
Al menos el jueves cuando mi hijo llegue de Dallas (suegros, Día de Acción de Gracias) a Las Arenas/Getxo, para reunión de amigos, el Tour y la exaltación del Espíritu Nacional ya estarán lejos.
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