martes, junio 27, 2023

Oteiza frente a Nietzsche, sin fondo dionisíaco pero con una metafísica estética

Capítulo de mi libro vasco, en larga ejecución 
La desnudez de la individualidad de uno mismo  con su fragilidad y percepción del propio contorno como límite y delimitación (acotación) ya se dio, muy paulatinamente, sin prisas. Uno fue abjurando de los  credos que le acompañaban, de un encofrado mucho más sentimental que racional. Y ahí está lo esencial.  
 El principio individuationis señalaba Nietzsche era promovido por el fondo dionisiaco que como fuerza, ímpetu, arrebato se imponía al elemento apolíneo creador de la apariencia, la bella forma  en el uno primordial.  Lo que uno de joven intentaba sin saberlo era  el triunfo de las pulsiones dionisíacas que pretenden la disolución del individuo en la fiesta, armando bulla con  la cohorte dionisíaca festiva y entregada al paroxismo de los placeres, dedicados básicamente  en nuestro caso entonces a beber y a bastante  gamberrismo, más que a la inmersión en la vida instintiva dominando la música y la danza
Pero ahí está  Oteiza para revocar a Nietzsche,  de plano, aunque de alguna forma siguiéndolo, ya que el arte es concebido como un suplemento metafísico, el escultor no es una figura dionisíaca en absoluto, pero si es seguidor de su metafísica estética,  en todo caso trágica por apolínea, incluso patética pero jamás prosaica, sin embargo no tiene épica, lo que sí tenían sus seguidores, hijos de dios, todos prometeicos y Oteiza su profeta. 
También Oteiza como el nihilismo nietzcheano  da por  superada la metafísica por su propia consunción. Hasta que renunciaron a su legado y se adentraron en lenguajes y poéticas que claramente lo revocaban, es como vemos la evolución de Txomin Badiola, Pello Irazu y todos aquellos que se acogieron  a  la gran carpa del arte vasco, lo subvirtieron  de raíz, lo dinamitaron.

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