En un librito pequeñísimo que compré en diciembre de 2003 en Bilbao, cuando ponía esos datos en los libros, me encuentro con Federico Krutwig un intelectual vasco (ingeniero de origen alemán) que contibuyó a la unificación del euskera o euskera batua desde la Academía de la Lengua Vasca (años 50 con Franco) y tuvo mucha influencia en la ETA de los comienzos gracias a su libro Vasconia. Quería conocer a Antonio Cubillo, el lider del MPAIAC y casi asesinado en Argel por los servicios secretos españoles, y le invité a cenar, supo que era de Bilbao y me habló de que había tratado a Krutwig, cuando hacía las milicias universitarias (también con Franco) en la Villa, le dije que conocía al personaje, que sabía quien era. Estoy convencido de que nunca nadie le habría dicho que sabía de Krutwig, (como no fuera algún etarra ilustrado confinado en Argel mucho años atrás,), pero a él le dio igual y siguió perorando con verdadera unción y empalago, como una motosierra egotista de la Moncloa.
- Pero, si tú eres descendientes de gallego, no de canarios- le espeté con ánimo de moderarlo en lo posible, pero con lo que di pié a que se me explayara por la descendencia mitocondrial, y que por su madre era canario.
El librito del incio y lo que cuento y con lo que sigo vienen muy bien para el libro que me traigo entre manos.
A Antonio Cubillo le escuchamos una madrugada (años 70) regresando de Durango a Bilbao a donde habíamos asistido en el frontón Jai Alai a un recital del cantante vasco Benito Lertxundi. Se le escuchaba muy bien de tan lejos (a Cubillo, a Lertxundi de cerca)-
A comienzos de los años 80 Cubillo regresó del exilio, vino una mediatarde soleada en el jetfoil -ferry con un patín, desde Las Palmas- yo fui, porque no dejaba de ser un antifranquista, y yo aún no había roto amarras con el nacionalismo, como poco a poco lo haría. Comprobé por la exigua asistencia que los canarios no estaban por él. ¡Qué diferencia con las excarcelaciones de etarras, bueno tampoco! Yo cambié lentamente, pero Cubillo de viejo era un papagayo que solo se escuchaba a sí mismo. Con dogmatismo de clérigo medieval, temeroso de la vida, que nunca se ha movido de donde ancló y jamás aprendió nada de nada.
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