Cuando se trata de destituir un gobierno, el hartazgo por
sus métodos, maneras soberbias y despectivas, engaños y embustes sistemáticos,
deslizamientos autocráticos, negativas a rendir cuentas (de gobierno en la
oscuridad), el enseñoramiento del poder como propio, son también las motivaciones de respuesta a
mayor escala de las revoluciones
violentas. Ese hartazgo tiene límite en la marginalización del pueblo, todo sin él y contra él, sin
sentirse obligados a explicaciones u
observar la ley con rigor, como si el poder fuera una burbuja sustraída a la
sociedad y por encimade ella para
preservar mejor sus planes. La pedagogía inducida de que el poder hace lo que
quiere, que no se trata de uno ordinario y común sino más robusto y decidido,
incomparable en ambición a todos los que le han precedido, que harán leyes que
modifiquen las vidas (de lo que
alardeen), que acaben con los valores obsoletos de la vieja sociedad, que lejos
de afectar a tu condición de ciudadano/administrado incidan directamente en tus
“mundos de vida”. Que irían ensayando y cerrando legalmente que sus inventos
pudieran ser impugnados. Un médico no puede negarse a un cambio de sexo de una quinceañera ni un abogado asesorarla, lo blindan, pero
blindan todo para que oposición y alternancia no tengan juego, así la fiscal de
sala de mema memoria sectaria entrelazada
con Garzón prevaricador y diosecillo de la “justicia universal” (ja)
tengan su propio feudo. El Ministerio de Igualdad haciendo valer sus
privilegios excepcionales demostrando todo
su poder fashion, de Falcon y shopping de chicas de week end en
Nueva York, con enjambres de asesores, ministerios y despilfarros, viviendas
gratis, el que el poder y sus santos cojones determinen. Es fundamental el
valor de la arbitrariedad, como forma
esencial de uso y fuerza del poder marcando la
divisoria de verdad, ontológica, de casta y pueblo, no como la
denunciaban sus después arquitectos, y sino como lo entendieron Trujillo,
Somoza, Batista, Duvalier, Strossner, Noriega, Castro, Hugo Chávez. Los alardes
y ostentación simbólica del poder despótico
se va construyendo en democracia
no de golpe, sino forzando leyes, conculcando los procedimientos y garantías,
copando instituciones de control y gobierno de instituciones, sin dar ningún
crédito a la opinión pública, negando función
a oposición y parlamento, con abusos de derecho, desviación de poder, desregulaciones,
arbitrariedad sistemática disimulada, con ocultamientos generalizados.
El doctor Sánchez ha intentado con el Estado lo que hizo ya en el PSOE al implicar su planteamiento plebiscitario la eliminación de los órganos e instancias intermedias, con el Estado ha intentando similar disfuncionalidad y desequilibrio institucional, el vaciamiento de contenidos y reglas. El cesarismo o bonapartismo benefactor de amigos y lacayos.
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