La posverdad permite no suplantar, maquillar, ocultar hechos, sino crearlos, ofrecer hechos alternativos, que van a ser secundados y suscritos al momento. En realidad son hechos serviciales a opiniones y a prioris. Porque se han disipado los hechos, el reducto material fáctico. Otra característica de esta época es la cultura de la cancelación, el cortar de raíz la expresión de lo incómodo, molesto, “irrespetuoso”, dará igual que se diga o haga. Aunque la anatemización, el pecado original, la excomunión se han mantenido más o menos inmutables a lo largo de la historia, con ciertos reflujos hasta nuestros días, el hereje, el judío, el perseguido y estigmatizado siempre han estado ahí. Normalmente no son perseguidos por hechos, por algo que hayan podido cometer sino por su condición inicua que los macula a fuego. En mi móvil aparece Espinosa de los Monteros que denuncia doscientas agresiones de las que han sido objeto -no recuerdo el periodo-, todas las veces la prensa unánime las intitula de incidentes. O sea que se han producido, sí, pero por la palabra elegida de manera bilateral. incidentes. Como los que protagonizaba Ernst Röhm y sus camisas pardas. En mi época era la extrema derecha la que era sujeto activo de las agresiones, violencia e intimidación (a veces con la policía). Una extrema derecha muy rara esta. Según un estudio de Víctor M. Pérez Velasco el 85% de la violencia política en España proviene de la izquierda. Podemos estar seguros de que son agredidos (con impunidad a veces) porque un solo caso contrario abriría los telediarios con gran guirigay y celebración. Todos los escritores e intelectuales que fueron antifranquistas y otros rechazan la calificación de extrema derecha para Vox ¿qué son entonces?: ultraconservadores, nacionalistas ¡oh, españoles!, de derechas, sí claro. Frustrante, insuficiente, ordinario. Esa realidad es catastrófica para la izquierda y mentes arremolinadas a sus núcleos.
Dos ejemplos de entre miles, del esfuerzo de construcción de una extrema derecha, antes de que naciera Vox, se le deseaba, de forma que el estadista Rodríguez Zapatero, donante a la ciencia política de “talante”, y con “derecha extrema” ver si en su propagación propagandística se invertía el orden (magia sin razonamiento). El ministro Bolaños llamaba el otro día a los de Vox, o sea, a integrantes y votantes, homófobos, maltratadores, racistas, xenófobos de lo que ni siquiera rezan sus documentos, ni su praxis. Es el mero deseo de Bolaños, que lo fueran y así justificar su pulsión claramente excitada. No queremos pensar que ese paroxismo fuera de realidad y comisión fática de delito y sujeto imputable, obedezcan a fantasías sexuales de dominación (pasiva) que tuviera sin sosegar y domeñar.
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