Foto: Das ist Pamplona, einz
Foto: Das ist Pamplona, zwei
Si hay una figura incordiante e
inédita en este mes de agosto de turistas por España, con turbas
ensayando distintos modelitos y conjuntos, según ubicación
si húmeda o calorífica, pero
todos en un mismo
empeño, dejando como nota común el
claro compromiso vacacional (efímera y espejeante tierra de promisión), ese es mi
hermano. Mi hermano no tiene plan vacacional, un cúmulo
de destinos, algo que fotografiar (él solo fotografía su interior),
que probar, saborear,
poder alguna vez ostentarlo.
Mi hermano al tener unos intereses vitales y
existenciales muy superiores al común, no precisa dispersarse, tratar de
descubrir que le puede gustar, romper la rutina, buscar modelos y ofertas que les
vendan que considere convincentes o al menos aceptables.
Mi hermano no hace sino prolongarse, su apetito intelectual al ser de
tanta solidez y hondura, no precisa de aspavientos, ornatos,
hazañas, incluso signos
ideológicos siempre superficiales y demostrativos, es el espíritu el que a él le
guía, no el mundo sensorial más primario. Y mucho menos la turbamulta.
Su opción intelectual y espiritual es de tal magnitud que ni un solo signo le hará asemejarse al resto de deambulantes ávidos de vacaciones, para los que no son, en el fondo, más que un concepto legal de finalidades funcionales.
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