Hoy ha sido la segunda vez que he regresado a Mercadona, a las 9 ya estaba allí, me he fijado con más detenimiento y no queda ni un empleado de antes de febrero, aciago mes en el que me rompí la rótula, que ya me permite cojear de una manera más pausada, y menos oscilante, rítmica y segura. Me digo, voy a ver si no cojeo, pero cojeo.
Hoy en el ascensor del parking a la tienda, esperaba uno con un carro que hablaba solo, por lo que he intentado ver el móvil, por si lo hacia en "manos libres", pues no lo tenía, llega el ascensor y entra, yo me quedo normativista esperando una siguiente ascensión, pero él me dice, a mí no me importa que subamos juntos.
- Pues a mi menos- le contesto, y penetro en el cubo en el otro ángulo de la diagonal -él con el carro mirando la puerta, yo con el mío contra el fondo- que he dispuesto trazar. Como los egipcios las pirámides, en sus prolegómenos.
En el pasillo de comida de gato y limpieza general, le he visto axonométrico, por detrás medio oblicuo pero pronto le he configurado tridimensional sin verle la cara a Sebastián, el sujeto que regentaba el bar más próximo a casa, entonces vivían cerca Al y Serena y con ellos and friends íbamos mucho. Tenía 40 años pero yo me echaba a mi mismo unos 28. Y se me ha puesto elocuente y friendly, que qué tal, si sigo viviendo en la Cuesta, que no es la Cuesta sino Vistabella, algo más chic, recuerdos a la familia. ¿Qué hago? disparo ráfagas guturales o le cuento que está mi nieto, que es americano como sus padres. Pues le emito una cortina fónica como interferencias de radio antigua. Voy después a la gasolinera donde me reservan el periódico y hoy miércoles tenía el ¡HOLA!
Le cuento a Mari Luz la cubana que está mi nieto y me dice : ya me lo has contado,
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