Pasé dos veranos enteros en Fulda, Alemania, con 9 y 10 años. En un agosto hubo la gran crisis cuando empezaron a levantar el muro. Fulda (Hesse) estaba muy cerca de la frontera de las dos Alemanias, algún domingo íbamos a la granja de los padres de ella (esposa del matrimonio alemán donde estaba), y justo detrás veía tras el alambre de espino a los Volkspolizei (vopos) sentados en el suelo fumando. Como estaban levantando el muro y asesinaban por la espalda a sus ciudadanos que huían, podían invadir Alemania, nuestro lado.
Aquella familia tenía mucho miedo e inquietud, estaban preocupados, veíamos la imágenes de los saltos del muro y los vopos disparando en directo casi.
Mi padre era pro milagro alemán, por eso nos metió en el Deutsche Shule no proamericano.
Por Fulda pasaban algunas tardes los convoyes americanos con la estrella de 5 puntas de los GMC, yo esperaba ansioso que pasaran, me fascinaba, silenciosos, discretos, irradiaban seguridad, era cuando se decía Die Amerikaner sind da con alivio, sí, estaban ellos, quedaban ellos, muchísimo más tarde lo supe, de niño intuí, absolutamente solo, donde existía la ley y la libertad.
Porque a fin de cuentas hispano, también incurriría en algo obligado, las religiones del resentimiento y el odio, y devine por voluntad propia comunista, de forma que me vi compelido a detestar EE.UU y a querer que me gustara la URSS y China y no lo conseguí del todo . De esta alineación de agresiva pulsión y buenista sublimación ni habló la Escuela de Frankfurt
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