Yo pisé el césped de San Mamés, La Catedral, gracias a un amigo y por mi hijo que aunque canario veraneaba en la costa vasca y era furibundo del Athletic. Mi familia y mis amigos eran socios del equipo, tendría que cavilar sobre cual de ellos no pudiera haberlo sido.
De niño era de la Real Sociedad porque no ganaba nada, yo ya era un inadaptado para mi regocijo y placer, y porque me tiraba mucho San Sebastián al considerarlos vascos de verdad, Bilbao era Burgos o Toledo, que lo sigue siendo al menos de espíritu, gracias a dios. Como uno no se ha estado quieto como un poste en la vida, descargaré antes de que me arrepienta mi máxima indignidad en relación al Athletic. Cuando la primera de las dos ligas consecutivas que ganó a principios de lo 80, unos amigos de Bilbao me llamaron para que fuera a las Palmas donde se dilucidaba el título de liga (EL Real Madrid -mi actual equipo- tenía que perder en Valencia) y nosotros ganar.
Ganamos el título y con una ikurriña que no sé a quien arrebaté, la enarbolé y dirigí a las hordas bilbaínas hasta el hotel donde se hospedaba el Athletic.
A medida que me desabertzalizaba y cambiaba de bando me empezó a molestar mucho que no se guardara un minuto de silencio por las matanzas del terrorismo vasco y como tarados abuchearan los símbolos de todos los españoles y fui renegando, aunque el uniforme del Athletic siempre me decía algo, cuando los veía. Curiosamente me quedé en el símbolo y no en las caras o nombres.
AUPA ATHLETIC
NO DIRÉ MAS
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