Ser marxista suponía tener ideas y en ellas el origen de su ideología/creencia, como en el cristiano la justicia social, y en cascada, testimonio, ejemplo, compromiso y demás virtudes teologales de los sacerdotes obreros que colonizaron el Partido Comunista español al final de la Dictadura del general.
Los cristianos, comunidades de base, de la teología de la liberación al estar tan imbuidos de valores cristianos de redención, compromiso moral, testimonio y ejemplo no evolucionan. Y se pasan
la vida con la justicia social, su testimonio, ejemplo (se importan ellos y así conciben su pretendida superioridad moral...vomitiva) sin saber que es de los jesuitas, y al margen de nociones científicas de progreso material, riqueza, producción y distribución.
Los de las ideas (los marxistas directos) son lógicamente los que más fácil pueden evolucionar, las ideas siguen ideas, y captan la realidad insólitamente cambiante frente a la fijeza desnuda de las ideas, y el elaborar de la experiencia,
Este libro que releo de la Revolución Francesa es de un miembro destacado, George Rudé, de la escuela de historiadores marxistas británicos (otra cosa) entre los que se encuentra Eric Hobsbawm. Una leve inclinación, por favor y taconazo si fuera menester.
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