Mi hermano nos acoge y protege, como da a entender en este pictograma, cuando nunca ha sido exactamente así, pero dejémosle con la confusión que crea. He estado durante la convalecencia huidizo de congregaciones y planes, pero era hora de estar con nuestra panda de la calle nokia, la calle más electrónica de Santa Cruz, además me remitían saludos de la rubia N de nuestro bar, de suyo muy escultural y simpática (a lo que -lo segundo- Juan Royo dará menos importancia) y de mi chica yonqui que asisto, que ya me echa en falta, claro, A ver.
Luego vino Belén de informática y me dejó sin internet, digo yo que sin querer. Estuvimos, bueno ellos, hablando del astraceneca y otros medicamentos, una conversación tan científica y bioquímica que ni les podía seguir. Me perdí definitivamente cuando mi hermano, que lee Der Spiegel y se atrinchera en los laboratorios alemanes, dijo que un medicamento puede producir cientos de trombos. Le salí al paso: si son cientos por persona habrán de ser microtrombos, y si solo les pasa a las mujeres serán microtrombos de otra naturaleza: micromachistas. Ni supo contestar
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