Al fondo la isla de Gran Canaria entre la palmera y el otro árbol, y más atrás el Sáhara
Mi estudio de escritura, arriba del todo. Tres paredes con ventanas al exterior en cada una de ellas. Aquí escribí los libros del Sáhara, viendo el mar, con suerte Gran Canaria e imaginando tras el horizonte el Sáhara, a unos 250/300 kilómetros. Era como debido hacerlo en ese lugar, y allí he subido hoy a tomar alguna nota de mis libros.
El próximo lunes a las 11 en la ciudad de La Laguna , en un consulado de un país hispanoamericano será mi intervención filmada, sobre 5 cuestiones centrales, algunas con apartados.
Ha sido un reencuentro muy feliz. He releído los dos primeros y son muy buenos. Se puede comprobar, no tiene mayor misterio. No los había vuelto a mirar. Lo mejor que he leído, con el de Jamal Mechbal sobre el periodo último del diferendo que yo no abordé. Publicar el libro de Jamal me hizo concebir Ensayos Saharianos, por lo que algo me toca.
Gracias a estos libros conocí el dispositivo (Foucault) académico, la erudición, el canon científico, fijezas en métodos, pautas, esquemas, conducciones, supervisiones y todo lo demás, y frente a él el mundo esencialmente crítico, de las ideas, intelectual pero espontaneo, intuido, las propuestas argumentadas, las paradojas denunciadas, la amplia libertad de argumentación, la propia vida y experiencia como guía, cualquier libro leído como elemento del saber, la función heurística lejos de ortopedias, o la taumaturgia fuera de encofrados, Siempre tenía enfrente cabalgando sobre el metarrelato del Sáhara a académicos, que cogieron la antorcha de los militares, sujetos fundadores de su enunciación . Cómo a estos les podía la intención, los a priopris, alineamientos convenientes (escandalosos), el prurito pretendidamente moral, al margen de la moral claro está.
Bachir Edkhil, Manolo Vidal son los que más han hecho hincapié en las ideas (propias: son posibles) originales y nutridas que manejé, sin olvidar a Clara y Jamal.
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