Cuando necesito reír busco afanosa a la persona más sin filtro que conozco, no es otro que José María Lizundia. Nunca falla. Me ha llamado maligna, estima que estoy tan capacitada para las relaciones públicas como para generar desafectos y así... Se le perdona todo. Después de dos años sin vernos, ¡tanto tiempo ha pasado!, hoy por fin hemos tenido una videollamada de más de una hora hasta que se le quemó el teléfono y desapareció... Un estupendo compañero de viaje, no de té, de cervezas y vino. Bebíamos a la par en nuestras travesías por el desierto, después en mi amada Casablanca y más tarde en la aséptica Rabat. Un diálogo directo y descarnado, honesto, transparente, como solo puede ser entre los amigos.
Me gustó este texto. Lo de Mrabet, que he tenido ocasión de consultarlo y preguntarlo recientemente con algunos marroquíes con criterio y conocimientos literarios va efectivamente por donde le indica su amigo y lector, crítico literario, en alusión al cuentero/cuentista. No es desdén. El hombre hizo carrera y ganó notoriedad narrando las historias que todos los marroquíes conocen, eso lo hace un cuentero, una figura o personaje que también es usual encontrar en los pueblos de Colombia y de América Latina que tienen fuerte tradición oral. Lo de Mrabet, según infiero de mis intercambios recientes con marroquíes, ha sido más una venta de humo que compraron los europeos y españoles que vieron en este hombre a un escritor. Si vamos a los hechos, entonces Marruecos ha de tener millones de escritores como él, es decir, gentes que conocen historias que pasan de boca en boca por los pueblos.
Clara Riveros sobre un texto mío
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