Baltimore Museum of Art. Recién muerto un gran amigo mío, y reciente también algún otro, quizá fuera mejor dejar de lado algunas ocurrencias, también relativamente próximas, pero es justamente cuando convienen las ocurrencias y el distanciamiento de proximidad.
Todo empezó recordando a un amigo mayor, pescador alcohólico de cuando éramos muy jóvenes.Veraneábamos en Mundaka, en la bonita y aburrida Costa vasca, desde donde solíamos ir al pueblo de pescadores de al lado, Bermeo, a divertirnos, bebíamos y teníamos inclinación por todo aquel que no fuera convencional y anodino, con arrobo por los personajes. Directamente amistábamos, nos gustaban y gustábamos a los más populares del pueblo, los pescadores más simpaticos y alcoholizados, y aventureros.Nuestron amigo Faustino, que fue invitado a la boda de Nacho cantaba buceando en vino y con su voz muy nasal: Vaya carril el de la via 28, horas despues en Baltimore estaré, con toda la letra cambiada. Algunos amigos años después lo teníamos como lema, cuando de lejos nos veíamos ya nos poníamos a cantarla, esa cancion nuestra de guerra. Conocí Baltimore -en las fotos- unos años atrás.
Hace menos de una década comencé a decir que me gustaría, y trataría de lograrlo, morir en Baltimore, de manera violenta y rápida, que fuera a la vez muerte literaria y filosófica (mucha, máxima, densidad). En ningún caso de manera motivada, altruista, ejemplar, sobrada de dignidad o victimista, sino enteramente gratuita y sin sentido, un bar, una mala mirada, una confusión, una noche aciaga, perentoria, resolutiva, sin autor premeditado, también circunstancial y hecho presente por el azar, guiado por la casualidad.
Mi hermano se ofrecía para los trámites consulares de repatriación.
Más tarde supe que Edgar Allan Poe murió en Baltimore, desconociéndose las causas de su muerte, al parecer violenta, y todo apunta que gratuita.
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