Tuvo la oportunidad de despedirse de sus nietas y de sus
hijas Carlota y Claudia, luego le terminaron de sedar, y a esperar, una
oportunidad final que sería su último consuelo. Este parte que recibo es
también el último, procede de María Teresa Mariz Lojendio que ha estado
viniendo desde Madrid como Carlota y su niña, y me lo envía un gran amigo de la
familia, como es Carlos Díaz-Bertrana.
Con ocasión de su cumpleaños hace unas semanas (70 años) me
dijo que tenía la misma edad que Maud Westerdahl cuando murió, y que sin
embargo su marido Eduardo Westerdahl lo había hecho a los 84, que era mucho
tiempo ganado, pensando en él, para poder seguir haciendo cosas.
En efecto, perdía esa suerte de veranillo de San Martín del
que habla Pascal Bruckner gracias a la prórroga que supone el aumento de la
longevidad, que permitiría hacer lo que nunca había podido hacerse, o tener
nuevos hijos, menores que los nietos. Pero él estaba colmado con Carlota y Claudia
y las nietas de las que hablaba con verdadero arrobo, un mundo femenino
envolvente, contando siempre con profundas lealtades femeninas.
En lo que a uno toca, conocer a Carlos Gaviño supuso mucho
para mí; bajo, dijéramos, coordenadas de Heidegger, el arraigo a la tierra, que
yo traía del País vasco, gracias a él, hizo que mudara en apropiación/apertura
del mundo. Con una escenografía muy singular, yo pertenecía a la comitiva, que
con sus hijas él dirigía -con traje blanco, boquilla y abanico-, y desfilaba de
la calle La Rosa al Círculo de Bellas Artes a inauguraciones, a mí me había
nombrado secretario (del Círculo). Los
asistentes que formaban parte de la clase media ilustrada local, resultaban muy
tolerantes: Carlos podía soltarlas pardas, beber demasiado, provocar, ser pedante y hostil, amén de muy
ocurrente con momentos afiladísimos, que la buena sociedad de la institución
aceptaba sin inmutarse. Lo que yo no
entendía, comparado con mi tierra de procedencia, y fue dato sociológico de
Canarias: la permisividad, liberalismo, aceptación del otro y la impugnación,
ausencia de normativismo social y moralismo. Esto también se lo debo a Carlos,
no solo arte y cultura, también sociología empírica. Algunas se enamoraban del
personaje, que solía corresponder: un caballero siempre. He visto a Antonio
Saura o Cuixart rendir pleitesía a Carlos, pero también hacerlo al lumpenproletariat
amaneciendo en el mercado. Cuando la movida
de los 80, Carlos poeta, crítico
de arte y monarca de la noche: ante él, todos súbditos. Tan brillante y culto, provocador divertidísimo. Histórico presidente del Círculo de Bellas Artes. Y editor muy eximio.
La cultura canaria queda en deuda con
él.
1 comentario:
Tuve la gran suerte de conocerlo... pena no haberlo conocido antes.
Pero las pocas tardes que pasé con Carlos.... resolviéndole algún problemita informático.. o degustando un buen almuerzo que se prolongaba hasta entrada la noche, bastó para saber que era especial.
Cómo me gustaba picarlo con debates políticos...y cuanta historia sobre nuestra tierra y del mundo que sabía...
Un fuerte abrazo Carlos...sigue como has sido siempre.
Atte. Un amigo.."familia"
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