descubrí y leí a la vez a Cormac McCarthy y a DeLillo y me salían contrapuestos, en términos si pictóricos, McCarthy sería matérico y DeLillo una aguada, pero de mayor profundidad, sin relieve y sin apenas esfuerzo de representación narrativa.
Este libro puede resultar angustioso como La Carretera de McCarthy, la distopia donde puede morir nuestra civilización, por su flanco más triunfal pero a la vez más débil, la tecnología. Como yo distingo la literatura de entretenimiento de la que no es, de que existe una nueva ficción no manierista.
La literatura de entretenimiento-género- acción, ya son formularias, manieras al punto que se califican (se reconocen) a sí mismas de género, serían artesanales en relación al arte.
Hay una generación, la más destacada de finales del sXX que ha abandonado voluntariamente la novela, por agotamiento y sin sentido: Félix de Azúa, Marías, Muñoz Molina, Vila-Matas y no sé si Cercas. No era el último peldaño, sino un descansillo que te permitía coger el ascensor. Conforme con nuestra época incierta y de experiencias azarosas y cruzadas, también han depuesto y abolido el sujeto como lo ha hecho todo el pensamiento de la posmodernidad suplantado por la subjetividad. La subjetividad ha abierto las puertas a su verdadera imaginacion, fantasías propias, no distingue, a los momentos de irrelevancia, y de vacíos, y disrupciones, no construye personajes, sino que mira para expresar, en los intersticios tiempos muertos, divagaciones, deconstruyendo los artefactos normativos de la ficción, la maniera caduca. De manera que hay hasta escuelas de escritura.
Como escribí en mi libro En Tánger, la literatura, una conversación pendiente, título al que faltó añadir: jeje
Pues ahí digo, comparando literaturas jeje, que Thomas Bernhard en lugar de morir bajo retratos de Churchil y famosos en el suntuoso Hotel Minzah de Tánger, lo hizo en Torremolinos meca del turismo de masas. Un acto, encima final, sumamente literario. La literatura literaria no se muy amiga de las historias, sino de una suma de acontecimeintos anodinos, que alerten a las emociones y que inviten a dibujar cosmovisiones. En Thomas Bernhard en Torremolinos la hay, vaya que sí al hay.
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