El No a la guerra suele ser un alarido igual de injusto y desviado que ciego e irracional, por cuanto se sitúa fuera de todo contexto de objetividad, análisis y justicia. En la geografía de la opulencia que coincidirá con una sociedad cada vez más infantilizada, que ha sabido espigar los derechos de obligaciones y deberes, no es menos concebible la guerra que la enfermedad y la muerte , sabiendo que estas dos última están dominadas por la necesidad, no así la guerra al ser contingente. Y obviamente no se combate la guerra con argumentos, persuasión, propuestas o alternativas sino simplemente como si se tratara de rogativas religiosas de la alta Edad Media. Esa es su plasticidad: muchedumbres en procesión, como contra las guerras del Golfo.
La guerra no obedecería a una voluntad perversa oculta e
inconfesable, sino que la causa desencadenante sería un acto concreto de parte,
que Rusia invadiera Ucrania. Por lógica implacable habría que ir contra el
antecedente casual y decir No a la invasión, un acto encadenado que evitaría el no a la guerra. En la primera
guerra del Golfo, Irak se adelantó invadiendo Kuwait, para las masas
anti-guerra una cuestión banal: ¿Quiénes eran los kuwaitíes? Absolutamente
nadie. Tras la segunda guerra del Golfo todos los enemigos de la guerra se frotaron las manos
al comprobarse que Sadam Husein no tenía armas de destrucción masiva, es decir
que forzó la guerra con obstáculos a las
misiones, y el doble lenguaje (y vacile), con lo sencillo que le hubiera sido
dar vía libre a los verificadores y no dar motivos ni excusas para la guerra.
Pudiendo evitar la guerra la provocó: Si yo fuera iraquí ¿a quién tendría que
pedir cuentas? Solo al que se supone garantiza mi seguridad gobernando sin
perseguir desafíos bélicos: pues no se lo he oído a nadie.
No hay más guerras movilizadoras que en las que
interviene EE.UU., en todos los casos y sin una sola excepción, luego el marco
analítico válido es el de la psicología de masas o el psicoanálisis. Ante
ISIS, hutus, serbios, talibanes, Myanmar/rohingyas, y genocidios es impensable
que en Occidente se levantara un No a la guerra: jamás ha ocurrido ni ocurrirá.
Imputar a Sadam Husein (condenado por matar paisanos) desencadenar
él las dos guerras del golfo, una por invasión, la segunda, por
provocarla con sus obstáculos a inspecciones de armas, y simulación de
tenerlas, ni llegaba a hipótesis. El eurocentrismo es una devoción hermanada
con la pulsión antiamericana, jamás el Tercer mundo alcanzará el estatus
kantiano de la mayoría de edad, nunca adultos, siempre irresponsables como
niños, locos: víctimas.
Ignoro porqué, ahora muchos que solo salimos en papel y no en digital, quizá pregunte
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