Hacía años que no iba a Puerto Banús. Tuve la infinita suerte de pillar el bar de Dinio, aquel cubano vividor que se arrimó a Marujita Díaz e ir también al Olivia Valer como si fuera un pijo más, un pijo cayetano, ojo, y no de la impresentable izquierda caviar, que son como los de la Iglesia evangelista, pero de testimoniales absurdos e hipócritas, sin metafísica ni adarme de autenticidad.
Una piscina idílica viendo debajo el Mediterráneo. No hay gente, esperaba ver a pijos madrileños, sres advocats de pantalón corto color teja y camisas blancas sueltas y gafas. Pierde mucho el lugar tan desprovisto.
Este puestecito de ostras y botes de anchoas está en el Corte inglés más macro, el de Puerto Banús, recalé porque había cervezas (dentro del supermarket) y debía sentarme. A ver si pasaban mis pijos cayetanos, con riesgo de toparme con el pijo izquierda caviar con Lo País. Siempre afectando. Me encantan ver a los pijos, no había muchos pero sí para unos pocos avistamientos.
De los primeros acuarélidos que pinté, me gustaban, pero distraídos han terminado en Marbella
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