Yo di ayer noche la noticia de la caída de Kabul, estábamos en el jardín cenando en otro picnic seguido más. Mi nuera también la había leído. Una sola generación en Afganistán habrá logrado vivir siquiera bajo el universalismo moral sin más, que John Rawls teorizó con su velo de la ignorancia y la posición original. 20 años solo de la brea con plumas (sufrimiento y humillación, y homenajeo a Mikel Azurmendi) al galipó que sumerge en la viscosidad más oscura y letal.
Me dice mi nuera que tengo que escribir de Afganistán en El Día, y le dice a Eguiar/no-aporto-nada que debería regresar a Vozpopuli. -Ahora es unánime la condena y ahí no me desenvuelvo, y sobro, salvo que me des tu información y perspectiva distinta-, le digo. Mi nuera estuvo dos veces en Afganistán y fue ver los Budas de Bamiyan, con pañuelo y sus rasgos indios.
Creo que los que provenimos de la cultura (y más) de izquierda tenemos motivos redoblados de enfrentar a la izquierda con la crítica, conocimiento (por ejemplo una noción elemental de economía y gestión) y la cultura, con la discusión y persuasión racionales. Lejos del sentimentalismo estólido y la emotividad igual de cursi que falsa.
Que estúpido e inmoral queda el quejido bronco del feminismo analfabeto gubernamental de ahora, tan agresivo, arrogante, impositivo en relación a la realidad del mundo y la vida, y la escala humana de valores más elemental. Lo mismo le ocurre a la izquierda emboscada en la casamata del buenismo, simplismo y la infantilización, ignaros, aprovechados y saqueadores de los recursos públicos.
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