En los años 60 y 70 cuando Ramón Tamames repetía ediciones de la Estructura Económica de España o la revista Cuadernos para el Diálogo artículos de fondo, el conocimiento tenía mucho prestigio; la sociedad, sectores, instituciones quedaban sometidos al bisturí del análisis crítico, la sociedad resultaba radiografiada, descompuesta en sus cimientos para tratar de ensamblarlos mejor.
Hoy parece que ni siquiera se escribieran libros, los que salen -que en realidad son más que nunca- son inmediatamente deglutidos, sin dejar el más mínimo rastro, no hay rediciones, ni libros que funden una corriente de opinión, determinada comprensión, un análisis matriz como la historia de Tamames. Al menos nos quedan científicos y pensadores extranjeros en boga, como crítica de la corrección política con su relativismo moral.
La tenida como crítica política-socio –cultural no está en la tertulias ni en twitter, vasos comunicantes de similares desahogos y opiniones corales, que lejos de fundamentarse en el mejor argumento habermasiano, aprovecha para alinearse y postularse a sí mismos como seres muy morales, acorde con nuestra época, de ahí que no puedan esconder su sentimentalismo culturalmente prescriptivo y aprendido, de opinadores compasivos, solidarios, empáticos, de talante (del estadista), feministas, ecologistas que es en donde se diluyen los fácilmente moldeables, santurrones, cursis, plañideros, acomodaticios. En esa censura radical de la razón y la crítica todos saben que conductas deben observar, que es lo que conviene decir, y más importante, callar.
El parlamento español remeda a las antiguas Asamblea legislativa y Convención francesas y también tiene la Montaña (Robespierre, Saint Just) y la Llanura (girondinos), aunque solo sea por su simbolismo topográfico, e invertida la orientación política. No es normal que la división existente entre derecha e izquierda actual (no antes, menos con Felipe) pueda ser tan extrema. Mientras que la derecha (la montaña) mantiene los niveles de capacidad de siempre, la izquierda (la llanura) se ha despeñado (empezó también con Zapatero). Aunque es cierto que ante cada elocuencia de progreso (patochadas, anacolutos, sofismas, consignas, falta espectacular de estudios y cultura general, nula experiencia) la prensa arremeta contra el Churchill de turno, sin embargo, nadie agrupa a los translúcidos insuficientes como parte dominante del grupo de izquierdas, en una nueva configuración político cultural clave. ¿Será que el relativismo anclado en la absoluta horizontalidad y pastelera igualdad impide un análisis fundamental para la política de hoy, del desnivel y jerarquía en capacidad, formación, esfuerzo, experiencia laboral y de vida de la derecha frente a la izquierda? El doctor Sánchez, tan menguado en dones, tiene su guardia de corps en consonancia. Es él: pero con todos, entre ellos iguales en vacuidad.
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