lunes, abril 25, 2022

De regreso a Tenerife, hoy de gris envolvente y metalizado algodón mojado


Mañana punitiva: llenar un trolley de libros para Colombia, como son tan gruesos de solapa, entran los que entran, que si fueran la mitad sería el doble. Son para Clara Riveros, su último título, la empresa editora ya le mandó algunos: he de compatibilizar el trolley con la muleta.
                         
Esta es la primera fase del operativo, el cubicaje, como las motos
Y esta la segunda,  el trasvase a paquete de Correos. Asoma mi muleta roja como  flor silvestre.                                                                                          
 La Agencia Tributaria me había dejado un telegrama para recoger una carta certificada de plazo hasta mañana. En Correos antes que el envío la entrega, y era esta cuantía casi infinitesimal embargada. Tres cervezas o así que dejaría de pagar en alguna terraza, porque si no, no cuadra.
                                                Antes a la gasolinera, a por el periódico, todavía me lo reservaban, pero si he estado 15 días fuera. Da igual. Al entrar en el supermercado, bajo por las rampas para mermados y todos llevan  mascarillas, al sacarla del bolsillo rompo el cordón. Voy a por otra al coche y entra un sindicalista que me retrotrae a mi vida aciaga, ramplona, de concentrada nadería afectada  y máximo desinterés humano, moral y cultural, y me doy a la fuga,  Al menos pan de molde y voy a donde el boliviano que está enfrente. Seguro que tiene y tiene (vende prensa y chuches). En este país los que destacan por trabajadores son los emigrantes con diferencia. Están cuando/donde nadie está. Y actúan como si hubieran venido a trabajar.

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