Los telediarios
anunciaron con algo de antelación la próxima visita de Pedro Sánchez a Kiev.
Ciertamente el presidente español en los últimos tiempos, de estar recluido y
manifestarse estelarmente durante los
telediarios, había pasado a prodigarse. Se sabe algo que puede estar
relacionado, el rodaje de una serie sobre el presidente del que sería absurdo
no pensar que será hagiográfica, siendo su megalomanía dato de partida común y
reiterado (marco epistemológico). Incluso pudiera ocurrir en un momento
histórico tan excepcional, en el que
aparece la talla de verdaderos estadistas, otros comprometidos con valores y autenticidad moral, que alguien pensara más
en zafarse de otros zafarranchos domésticos y literalmente abrumadores, vía
nuevamente de telediarios y fotogenia. En un primer momento la ayuda militar
española iba a ser ejemplar y ética, modelo a seguir, solo armas defensivas:
cascos, chalecos antibalas y medicinas. Siempre hay que dar la nota de empatía,
resistente pacifismo y votos por la resiliencia ucraniana, pero como el
canciller Scholz y el resto se decantaron sin ambages por las armas
ofensivas tanto como se pudiera, Sánchez
se sumó con armas de una sola persona para su manejo, pero ocurre que tras declarar a bombo y
platillo que el doctor Sánchez visitaría a su negación/No-Yo en Kiev, Margarita
Robles en el mismo telediario enfatizó que solo iban a enviar armas defensivas (las que no
disparan). En todas las visitas Zerenski pide armas pesadas y solo se habla
de aproximarse a esos envíos. Sánchez
habla de su visitas Kiev de libertad y paz de nuevo como un presente
espiritual. En eso se parece a la ministra
Belarra que siguen clamando por la paz en un manifiesto con Putin
omitido. Como en la infancia de la humanidad: rogatorias animistas. David Mejía
indicaba que por léxico y sintaxis parecía escrito por un niño de 11 años para
que lo entendiese uno de 10. Pues al final, camiones, vehículos ligeros,
forenses y munición leve.
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