Los animales más necios y tozudos intuyen los peligros y
rehúyen la proximidad del vacío inmediato y no hay manera de acercarlos, porque
girarán en redondo. Como si fueran cazadores-recolectores del paleolítico, para
el social-populismo la reforma laboral es un talismán y al tiempo, tabú. No
quieren ni mantenerla ni derogarla, es algo terrible, pasan los años y ahí
sigue la derogable sin derogar. En un no hacer, abstenerse, parece lo único en
lo que el gobierno se atiene al principio clásico de prudencia. Pero sabe que
debe derogarla o reformarla. Por un designio que le compele a obedecer. El
designio es una voz anónima que susurra impelente, y que libera de todo
razonamiento y análisis, prueba de conveniencia, proyecto de viabilidad. Con
este gobierno es imposible establecer los vectores o líneas de fuerza de su
política, realmente sobre qué puntos de gravedad está actuando, incluso cuales
prioriza, o quiere presentar al final de legislatura como conquistas o
realizaciones. Con los famosos fondos de la Unión Europea en un constante ir y
venir, normalmente las propuestas son rechazadas por su inviabilidad,
incoherencia y falsedad.
La ministra de trabajo y pasarela, reconocía la importancia
de los ERTES jactándose de los muchos
trabajadores, apartados del proceso productivo,
auxiliados por el Estado crecido, feliz de que la España subsidiada tuviera
tanto músculo pasivo: grasa.
Existían los precedentes que han erigido los significantes
ominosos como “recortes”, que se sustraían a cualquier debate, los recortes
eran recortes, quedaba todo dicho, que fueran inevitables, urgentes, decisivos,
que se pudieran atener a la realidad de
cualquier administración de las cosas, no contaba nada. La racionalidad, el juicio lógico, el mero
conocimiento quedaban erradicados. La reforma laboral es otra categoría
metafísica inmutable, incondicionada. Sea, ha de ser. Eliminada la esfera
cognitiva y ética solo nos quedará la estética, la derogación comporta la
estetización de las relaciones laborales. La ministra pasarela lo cumple con su
estilismo ondulante al viento, dejemos a Unai Sordo compacto, abreviado y sencillo de raciocinio, pero observemos a José/Josep Luis/Lluís secretario de UGT, un individuo muy
moldeable, de figura extraordinariamente común y anodina, aparece habitualmente
engalanado con complementos alegres y
juveniles. También obsesionado con su expresión estética, que choca con su porte
siderúrgico, es otro huido histórico del trabajo a las benéficas poltronas sindicales;
necesita adornarse: ora fulares
de violeta feminista enroscados al
cuello como boas constrictor, ora
mascarillas arco iris de
militancia trans, queer. Apariencias, coquetería, que fondo no hay.
Quien haya leído o sepa del sindicalismo de Simone Weil o Rosa Luxemburgo verá en este individuo de composición arlequinesca la grotesca (inmoralidad probada) ruina del sindicalismo.
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