Este enunciado sería la prefiguración de la distopía. Basta unir el conjunto de decisiones del gobierno y su grupo para anticipar cómo sería España bajo esta coalición rampante sin que Europa, la figura del Rey y la independencia judicial consiguieran frenar. La monarquía en la hipótesis de que fuera derrocada, aunque sería por una exigua mayoría (de serlo) exigiría una determinada correlación de fuerzas absolutamente hegemónica de izquierdas que forzarían el dominio absoluto, quebrando definitivamente la división de poderes, del Estado. El modelo es Venezuela, las premisas del Foro de Sao Paolo y las directrices del Grupo de Puebla, en los que se esmera el estadista Zapatero, Podemos/Monedero y el sanchismo: una realidad de apoyos, tendencias y componendas. Como bien sabemos la reivindicación de la II República no es tanto su forma jurídica-institucional como la promesa de extirpación pendiente, ya definitiva, de la derecha (bueno, son fachas), ese es su gran valor implícito. Y eso lo sabe cualquiera que haya sido de izquierda mínimamente radical, como los de ahora, pero más ilustrado.
La escalada de erosión y desvirtuación institucional va simultaneado con el socavamiento de un cultura cívica plural y democrática, con actos de poder concretos de resultados de clara deriva y paralelismo con Venezuela. Y con los asesores de allí aquí en el gobierno, de inspiradores, y el Socialismo del Siglo XXI de referente. De que el ejecutivo trata de restringir los otros dos poderes, la corona incluida, hay muestras diarias. Los letrados de las Cortes han denunciado el rechazo de ¡todas! las enmiendas de la oposición, sin debatir en el Congreso, el gobernar por decretos leyes, el cierre del Congreso. Con el Poder Judicial es igual de frontal su ofensiva para quebrar su independencia, que hizo que los jueces acudieran a Europa en busca de protección. Los arrinconamientos al Rey resultan vergonzosos y estratégicamente intencionados. A la par que se libra esta batalla se diseña un modelo de sociedad basada en el enfrentamiento civil y el fin de la Transición, de buenos contra malos que hay que excluir. No es comunismo consumado, son sus etapas. Las analogías ciertas y el grado de tentativa hacen de España la réplica dibujada de Venezuela en Europa. El funcionamiento de la Administración se ha degradado de forma inaudita. El olvido de la economía y aumento de subsidiados. La cultura de la subvención a seleccionados organismos (chiringuitos) aseguran las redes clientelares, la demolición ansiosa de todo el edificio educativo, la disgregación del acervo cultural común, todos estos elementos habrían de conducir al poder tiránico sobre una población menos preparada, más inerme, plenamente controlada y dependiente. ¡Sin Europa, un paseo militar!
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