viernes, mayo 05, 2023

Tras "Deconstrucción del metarrelato del Sáhara" al otoño/invierno vasco

En mi última columna  sobre Juan Manuel García Ramos, me consideraba  canario (porque escribía "nosotros", ya inmerso y aglutinándome por primera vez). No me gustaban los godo-peninsulares (yo sería vasconGODO en todo caso) que iban de canarios y a sus fiestas populares con traje de mago-campesino.
Ahora cuando regreso  a Tenerife, de vuelta de Bilbao en los Rodeos, he empezado a sentirme más próximo al canario que a los vascos. Como yo proceda por familia y juventud de la obediencia nacionalista abertzale, no me resultaba fácil desbancarme/desembarrancarme  de mi mismo. 
El libro de José María Lizundia Vasca Cultura de Altura. Retorno estético a Oteiza & Ibarrola muestra desde el hipérbaton y la rima de su títul.

Que en un sitio te llamaran canario y en el otro vasco, era una suerte de  ideal: ser realmente fluctuante. Lo sagrado hecho profano. Como con mi columna última. Y así entramos en la identidad/no identidad e identidad fluyente/fluctuante como la mía, según estaría diciendo y haciendo en la actualidad. Otra cosa, el fondo. Aunque mirándolo positivamente, yo alcancé a detestar al País Vasco y moradores  (motivos políticos y morales ya dieron,  como gregarismo acervo) más incluso que lo que lo había amado.
En mi último libro sobre el País Vasco me asomo a esa problemática mía con mis visiones y reflexiones, uno ve mucho mejor o solo puede ver mejor, desde fuera, sin comparación. Fácil hacerlo cuando hay sentimientos armónicos y descansados, difícil  ahora cuando casi no hay nada. Y desde ahí estoy escribiendo 

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