jueves, noviembre 24, 2022

Agur, agur en la farmacia. En Bilbao no decíamos adiós

                                   

La única palabra vasca incorporado al vocabulario bilbaíno de forma mayoritaria era el "agur" (adiós), y mucho  menos "gero arte" (hasta luego), no había "hola"  ni "qué tal" usado en vascuence, que aparecieron mucho después (Transición). Da igual, la gente se seguirá inventando las cosas, conforme a sencillos esquemas monistas que todo lo expliquen. En casa siempre se decía agur. El agur era el que salía. 

Una amiga vasca comentaba recién  que ahora solo nos vemos en las farmacias en lugar de los bares, yo lo compatibilizo.

 A resultas del derrame sinovial que tuve cuando cojeaba más de mi rótula accidentada, me dijeron que tomara colágeno, que ahora lo leo en todos lados.

En mi farmacia hay que pedirlo, el otro día una me sacó de quicio.

-La tiene en polvo, - consultando el ordenador- no hay las pastillas que quiere usted. Aquí veo que solo hay en polvo.

- Además no están en la pantalla donde mira -le digo- sino en aquellos estantes de allí -que le señalo y me voy.

Hoy estaba la estilizada y simpática vasca consorte, la del vasco de Luzaro, nombre ficticio en la Guipuzcoa porfunda, y que Dios les coja confesados.

Me voy y me dice Agur, tardo en reaccionar y yo también agur, hubiera seguido con mis pesquisas, qué hará el de Luzaro, como se habra aclimatado, si le hace bacalao al pil pil,  pero no ha habido oportunidad. Conociéndoles tan bien, no debería dar para nada el asunto, además del paralelismo conmigo, tiene algo de singular. Me chifla lo raro y extraño. Aunque Bilbao no deja de ser una capital, yo hubiera tenido esa ventaja, pero en realidad era otro del Goiherri guipuzcoano. Ni siquiera en tantas décadas he aprendido hablar un español castellano neutro, que no se sepa de donde eres.

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