Alicia García García y Antonio Tejera Gaspar nos dan cuenta (Bereberes contra Roma) de cómo en algunos yacimientos canarios se descubrieron entre inscripciones netamente bereberes (tifinagh-amazigh) otras que no lo eran, sino signos de origen latino, lo que llevará a investigadores hasta el rey Juba II de Mauritania, inserto en el Imperio romano, y al siglo I de nuestra era.
Un innegable paralelismo presenta la mano de bronce de Irulegi (próxima a Pamplona), recién descubierta: temporal primero, siglo I también, aunque a.C., y que en un conjunto de cuatro líneas de la lámina de Irulegi tres resultan indescifrables, por lo que se da también el radical contraste con las demás. La palabra que
El paralelismo arqueológico guanche/vascuence
Alicia García García
y Antonio Tejera Gaspar nos dan cuenta
(Bereberes contra Roma) de cómo en algunos yacimientos canarios se descubrieron
entre inscripciones netamente bereberes (tifinagh-amazigh)
otras que no lo eran, sino signos de origen latino, lo que llevará a investigadores hasta el rey Juba II de
Mauritania, inserto en el Imperio romano, y al siglo I de nuestra era.
Un innegable paralelismo presenta la mano de bronce de Irulegi
(próxima a Pamplona), recién descubierta:
temporal primero, siglo I también, aunque a.C., y que en un conjunto de
cuatro líneas de la lámina de Irulegi tres resultan indescifrables, por lo que
se da también el radical contraste con
las demás. La palabra que se reconoce es Sorioneku, identificable desde el
mismo euskera batua (el unificado por académicos de los años 60 pasados, y
normativo). Casi dice Zorionak (felicidades).
Las tres siguientes líneas son completamente indescifrables
constituyendo un auténtico enigma. El descubrimiento de Irulegi ha llenado de
entusiasmo a un montón de gente, empezando por algunos científicos (entusiastas asilvestrados), aunque
simplemente deje entrever un futuro totalmente aleatorio, pero deseado promisorio
por los vascos ontológicos, algún
catalán de guardia y feligresía de credo
abertzale/nacionalista. Para los que el poder del mito es la clave de bóveda de
ese imaginario de extrema singularidad. Otros lo han recibido con escepticismo.
El cuerpo sígnico es el iberismo.
Lo que ha impulsado a
algunos científicos a señalar que
los vascos no eran ágrafos y analfabetos
como se daba por hecho, y añadir que demuestra la presencia inmemorial del
euskera en Navarra, de ser su idioma verdadero y único. Pues con una sola
palabra interpretada: ni paleoiberismo, ni celtiberismo, sino grupo vascónico.
Jon Juaristi anunció hace unos años que no convenía seguir manteniendo el origen de los vascos en el protoiberismo, el líbico bereber o con cuna en el Cáucaso, sino que convendría fijarse mucho más en los grupos aquitanos (la Gascuña vecina: ¡gascones!) mal latinizados. Este hallazgo ha puesto de manifiesto otras cosas, como es lo que ya se viene reconociendo por los enormes restos materiales, que los romanos llegaron a la costa vasca, que no solo no les resistieron, sino que siempre se sometieron. De Irulegi -demostrado- huyeron por la guerra entre los rivales romanos, Sertorio y Pompeyo, que los reclutaban. El idioma de los vascones, sería de los navarros y gascones, pero no de guipuzcoanos y vizcaínos (caristios, autrigones...) era iberismo común y carecían de cuerpo lingüístico propio, que la sola palabra sin contexto, ni código de pertenencia, sorioneku viene a desautorizar y redimir. El paralelismo guanche/ vascuence puede completarse, como algunos científicos apuntan, con que sorioneku venga del latín: sors/sortis (suerte).
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