El desmoronamiento de una sociedad
Hasta hace poco en política existía la fiabilidad que ofrecía el lenguaje y el pensamiento sin reservas. Había reglas de juego. Teníamos a qué atenernos. Incluso se podía prometer aun a sabiendas que aunque no se cumpliera habría sido intentado o querido. Ya no. Hay enunciados imposibles porque son absurdos, vacuos, cruzados y negados por los mismos, sabidos pronto revocados, porque ya anidan mentiras clamorosas según aparecen proferidos en cascada y por tanto haciéndolos estériles y falsos. Los discursos así, se convierten en parla de chamarileros, feriantes, subasteros, tahúres. Hasta hace poco esto no pasaba en la política, ni del gobierno ni parlamentaria, un ámbito letrado y senatorial (la filosofía y el Derecho la habían elevado, la historia ennoblecido), existía cierta vergüenza, la autoestima, decoro, la buena imagen, la preparación y el saber, un estilo, trayectorias respetables, suficiente sinceridad, dignidad, incluso la virtud y la decencia. Había moralidad en la vida pública y honor: respeto a uno mismo.
Que no exista una relación de equivalencia, porque no sea lo
mismo que la democracia haya sido materialmente arrasada a que sea
deliberadamente socavada y degradada, vaciada de dignidad y credibilidad, no quiere decir que no se
pueda invocar aquí a Hannah Arendt, cuando decía que lo que caracterizaba a los
estados totalitarios (comunistas y nazis) era que “todo era posible”. Por no
referirnos al valor que otorga al perdón
y la promesa como “re-nacimientos”, surgidos desde el individuo. El desmoronamiento
de toda base moral, creíble, comunicativa hace inconcebible que el gobierno
pida perdón por decenas de miles de muertos (del que sólo como gobierno ya es
responsable), todas las mentiras descubiertas, engaños con las mascarillas, que
se suceden sistemáticamente como si nada quedara del lenguaje político,
extirpada la veracidad, y la acción comunicativa pervertida. Todo vale.
Aun resultando pavoroso la falta de empeño y capacidad para afrontar los dos grandes retos como son
las previstas ruinas económica y social, y
contumaces fracasos frente a la pandemia, en los que el desinterés es similar a su inhumana ineptitud, hinchan de urgencia y trascendencia las luchas ideológicas contra Franco, el
machismo y afanes ideológicos que conlleven nuestra reeducación. En el marco
del cinismo ofensivo de la desinformación y del lucro escandaloso del que se
proveen solidarios: nepotismo, amiguismo,
abusos y gastos sangrantes ante colas de hambre.
La devastación moral, el despilfarro y expolio desde el poder, la resignación infundida desde el gobierno, la desmotivación ética y civil de la sociedad conviven. No habrá futuro, porque partiendo de cero la remoción psicológica, moral y cívica sería titánica. Me reservo un consuelo, no dejar descendencia en España.
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